La Ciencia en Tiempos de Fox - 1era. Parte
¿Qué hacer con el CONACYT?


“A pesar de encomiables excepciones puede decirse que la investigación científica en nuestro país, prácticamente no rinde frutos apreciables; cabe señalar varias causas de esta lamentable situación…” apuntó, entre varios conceptos, Lázaro Cárdenas en octubre de 1935 al crearse el Consejo Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica, primer organismo coordinador de una política científica nacional. Eran los años de la recuperación después de la Revolución Mexicana, en que nacía también un Instituto Politécnico Nacional como instrumento formador de profesionistas para cubrir las necesidades de una producción nacional en expansión.

A pesar de rezagos y carencias frente a una población en crecimiento y una industria naciente, había optimismo, y la ciencia se consideraba un instrumento de progreso social. Surgía un complejo de instituciones de investigación que por algunos años buscarían integrar a cabalidad a la investigación científica con la producción, la generación de tecnología propia y la formación de científicos y técnicos. Hacia final de los 1960 el entonces INIC (Instituto Nacional de la Investigación Científica), que reemplazaba al antiguo Consejo, promovió ante el gobierno, junto con otras agrupaciones de profesionistas e instituciones académicas la necesidad de mayor apoyo, infraestructura, recursos y coordinación. El país había crecido notablemente.

El reclamo de la comunidad científica se traslapó con las inquietudes estudiantiles y docentes que se galvanizaron en 1968. Para el caso, el gobierno reaccionó y creó el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) en 1971 para dar mayor apoyo a la ciencia mexicana, según algunos analistas y para otros, para dar principio a una gran acción cooptadora de la comunidad científica, hasta entonces crítica y libre que, como es público y notorio, acabaría por ceder hacia principios de los 1980 con la creación del SNI…

Retrocedamos un poco ¿porqué los reclamos y el optimismo de mediados de los 1960? Para muchos, era evidente que a partir de la segunda mitad del siglo pasado, post guerra de la Segunda Mundial y de manera sostenida desde entonces, más del 50% del PIB de las naciones ricas del mundo está directamente relacionado con la inversión creciente en investigación científica. Es decir, a mayor inversión en ciencia, mayor riqueza (¡Y viceversa!). No es un capricho la gran inversión actual de más del 3% del PIB en varios de los países avanzados.

México nunca ha pasado del 0.4%. Nuestra ciencia, como muchas otras cosas en nuestra cultura, se desperdicia y políticamente es y ha sido, sólo ornamental. Hacia final de los 1960 la señal de alarma de que se nos iba el tren de una ciencia para el progreso social en América Latina, la dio un gran economista brasileño, Helio Jaguaribe en su clásico ensayo de 1971 publicado en México por la revista El Trimestre Económico. Por supuesto los gobiernos desde entonces en México no atendieron a dicha señal y para muchos analistas, señores lectores, el tren se nos fue… queda poco por hacer frente a la inviabilidad o insostenibilidad de muchos países como entidades soberanas futuras y el regreso de nuevas formas de colonialismo (Oswaldo de Rivero) ¿Qué hacer?.

Después de los años de optimismo por atender esa gran última llamada, el desmoronamiento del anteriormente llamado Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología es evidente y paulatino, ante una declarativa a veces hasta cínica de los directivos. Cunde el desaliento entre los jóvenes investigadores y el escepticismo entre los no tan jóvenes aunque confortablemente instalados, muy calladitos, con sus nombramientos y becas.

Al iniciarse los años del neoliberalismo económico a principios de 1980 y ante los vientos de cooptación y corporativización de la ciencia nacional que ya se dejaban sentir, el autor de estas líneas escribió, para irritación de algunos, que la comunidad científica no tenía plan...hoy tristemente considero que sigue igual… los científicos no tienen un plan y lo que es peor, hoy nadie lo espera, nadie hace olas para no perder “cashflow”. Excepto honrosas excepciones, la comunidad científica ha perdido enjundia, capacidad de crítica y de propuestas alternativas. Realmente no hay política científica de estado, es la atonía, que no el colapso.

De los más de 100 mil ex becarios en 33 años de CONACYT, el SNI, (ya reclutando científicos del pasado) sólo alcanza 10 mil “investigadores nacionales”… ¿Dónde se quedaron los otros 90 mil aspirantes?. Si estimamos un costo bajísimo de 10 mil dólares/año por becario ¡Qué espléndidos somos! Hemos regalado a varios países e instituciones ajenas al sector, algo así como ¡$900 millones de dólares! en forma de nuestros jóvenes más talentosos y preparados. Al respecto, considero también que estamos llegando al cinismo declarativo de nuestros dirigentes en esta materia ¿De qué otra manera interpretar las inmortales declaraciones del Director General del CONACYT Ing. Jaime Parada Ávila en mayo pasado, cuando señaló algo así como que realmente están mejor en el extranjero los “cerebros fugados” ya que representan ser “embajadores naturales y un valor estratégico”—sin decir para quien--? ¡caraxo! ¿y cobra sueldo el Ingeniero Parada por eso? ¿Y la comunidad científica lo aguanta? ¡doble caraxo! Y la otra… cuando dijo que había que “crear impuestos ingeniosos para que se destine más (recursos) a la ciencia”, ¿Sabe el lector cuáles son algunos ejemplos de esos “ingeniosos impuestos”? Gravar medicamentos, equipos médicos, bebidas alcohólicas, cigarrillos y ¡agárrense! Más grávamenes “al registro de patentes”! nacionales por supuesto. Nunca paso por la cabeza del señor Director General de CONACYT –como “impuesto ingenioso” el reducir sueldos a los funcionarios, diputados y senadores del sector respectivo.

¿Para qué sirve el CONACYT? Para tres cosas: a) para dar becas. b) para pagar sobresueldos complementarios -“becas”- a los investigadores del SNI y c) para apoyar algunos proyectos. Sorprende el aguante de la comunidad científica mexicana… ¿qué no sería más conveniente que las becas del SNI se transformaran el sueldos pagados por cada institución, reasumiendo así, de paso, la función evaluadora y promotora que les compete?. ¿Necesitará la UNAM, el IPN, la UAM, el COLMEX y demás, un organismo de estado, extramuros, que los regentee en este aspecto?

Sí señores colegas científicos, llegó el momento de preguntarnos, ¿Para qué sirve CONACYT?