Las Crónicas de Aureliano - ¿ Eminencia médica o abuso de poder ?


Dedicado a mis hijos kikapús y a mis hijos mayas

ÍNDICE

1.- PRÓLOGO
2.- EL JOVEN CIRUJANO DE XOCHIMILCO
3.- CAMPAÑAS CON EL COMPADRE, PROFESOR Y ALGO MÁS
4.- LA CORNADA DE LA FAMA Y FORTUNA
5.- EN COYOACÁN EN MEJOR “SANATORIUM”
6.- ECHÁNDOLE MONTÓN A PANCHO
7.- CIEN DÍAS DE CIRUGÍA SOCIAL Y TERROR
8.- JAPÓN EN SAN GREGORIO, ZAPATA EN XOCHIMILCO
9.- OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE…
10.- MIMETISMO Y METAMORFOSIS Xochimilca EN TEXAS
11.- LOS LÍMITES DEL PERDÓN NO COINCIDEN
12.- EPÍLOGO
13.- BIBLIOGRAFÍA

1.- PRÓLOGO

En los últimos años del siglo XIX y principios del XX –durante 30 años– se dio en nuestro país una coexistencia frágil entre la sociedad elitista, afrancesada y minoritaria de la época, claramente favorecida por las autoridades, (“porfirista”), con otra pobre, desfavorecida y mayoritaria. Dicha coexistencia acabó por romperse entre 1910 y 1920 cuando se desarrolló un proceso de turbulencia social y violencia colectiva que costó a la nación un millón de vidas. La Revolución Mexicana fue el producto de esas fuerzas opuestas con que, en ese entonces, algunos querían mantener el status quo para su beneficio y otros, transformar y democratizar el país. Fue en ese tiempo de crisis, liberalismo y mutación cuando se dieron personajes a veces contradictorios cuya trayectoria y actuación política alcanza la etapa de la Revolución Mexicana y sus consecuencias. Muchos de esos protagonistas han sido bien estudiados en vida y en obra: el mismo Porfirio Díaz, Madero, Huerta, los Flores Magón, Ángeles, Villa, Zapata y otros. No obstante, aun hay personajes insuficientemente estudiados y poco conocidos en la historiografía de nuestra máxima gesta del siglo XX. El Dr. Aureliano Urrutia, fue uno de los actores más interesantes y enigmáticos al que es necesario conocer para entender bien el proceso social de referencia. Los lugares donde ocurrieron los hechos más importantes que referimos a continuación, son inseparables de los hechos mismos que, no dudarlo, fueron matizados significativamente por la personalidad de los actores.

Este texto, crónica de crónicas, pretende integrar información hasta hoy diversa y dispersa que se presenta con la idea de que el lector objetivice y adopte un punto de vista sobre lo señalado y sobre el sitio histórico que le corresponde al polémico Aureliano en la historia de la Revolución Mexicana; para algunos, es el de un médico notable, gloria nacional de la ciencia médica y para otros es sencillamente un político asesino y represor.

Adicionalmente, “el caso Urrutia” puede ser visto en lo general, como un caso escisión entre la ética del científico-médico y la ética del político. ¿Deberían coincidir ambas posiciones? ¿Será que ambas son irreconciliables? El dilema es además de actualidad, ya que ¿No se considera al médico el paradigma hipocrático de la ética o debo decir a la moderna, “bioética”? ¿No está la moral del político bastante baja en “rating” popular nacional sebido a crímenes políticos y corruptelas de los últimos años? ¿Es México una excepción en esta materia? Todo apunta a que el problema sigue vigente en nuestros días y en muchos países… Si bien no todo lo político es “malo” ni todo lo científico es “bueno” y sin llegar al maniqueísmo, parecería que las posiciones entre ambos campos son diferentes, ¿Se hará necesario, y es posible, un ajuste axiológico en el científico que “se transforma” en político? ¿Y en caso inverso, qué procede? ¿Qué opina acerca del científico en política?.

Parecería que hoy como ayer, el escenario socio-político es el mismo: liberalismo económico, despotismo ilustrado, inversión extranjera que incrementa nuestra dependencia, mucha riqueza para algunos y extensa pobreza para muchos. En cuanto a la moral de la ciencia y la moral del político, basta leer cualquier diario para ver que no hemos cambiado mucho y que el dilema es el mismo. ¿Se estará gestando en la sociedad mexicana de hoy algún movimiento semejante al de 1910 para los próximos años? (1).

2.- EL JOVEN CIRUJANO DE XOCHIMILCO.

Aureliano Urrutia Sandoval, nació de padres indígenas –Pedro Urrutia y Refugio Sandoval–, en el poblado de Xochimilco, hoy día un suburbio de la ciudad de México, el 6 de junio de 1872. Doña Refugio murió durante el parto ( 2 ). Después de haber sido bautizado en la iglesia franciscana de San Bernardino de Siena –siglo XVI– y de realizar sus estudios elementales en esa localidad, ingresó Aureliano a la Escuela Nacional Preparatoria en 1885, para terminarla como el mejor alumno de su clase en 1890. más que dedicarse a la agricultura chinampera como correspondía a su linaje, nos dicen que “la familia Urrutia, humilde pero rancia y patricia en Xochimilco, poseía en ese lindo pueblo un amasijo y horno de pan en el que el joven Aureliano trabajaba al lado de otros miembros de la familia. Para poder atender a sus estudios tenía que levantarse a las 3 de la mañana, cumplir con su tarea, y así, quebrantado por la vigilia y el trabajo, irse a la capital a cumplir con sus deberes de estudiante” ( 3 ). De inmediato el joven Aureliano se inscribió en la Escuela Nacional de Medicina, donde realizó sus estudios y se recibió como Médico Cirujano el 7 de agosto de 1895 con una tesis sobre “La Conservación de los Cadáveres y de las Piezas Anatómicas” ( 4 ).

Fue en esa época cuando “en su afán de adiestrarse hizo de la sala de operaciones su casa” y “en el anfiteatro del Hospital Militar practicó cientos de disecciones con este fin” (3). También habla de su gran habilidad con el bisturí el trabajo realizado en la “Escuela Práctica Medico Militar” ubicada en el “majestuoso edificio que en otra época sirvió al Templo de las Arrepentidas”, ahí por Arcos de Belem. Su tesis de licenciatura principia señalando “en el año de 1891 siendo (yo) practicante del Hospital Médico Militar me dediqué a estudiar todo lo relativo a la conservación de cadáveres, con objeto de poder aprovechar los pocos que tenemos a nuestra disposición utilizando todas sus partes en las investigaciones anatómicas y de medicina operatoria. Como me encontraba en condiciones favorables, pues contaba con el apoyo de mi maestro el Sr. Dr. Alberto Escobar, no perdí oportunidad y ensayé cuanto procedimiento estuvo a mi alcance. Voy a hacer algunas consideraciones sobre ellos indicando el que en mi humilde concepto parece corresponder más a nuestras circunstancias. Acepten pues, mis jueces este insignificante trabajo como prueba inaugural, advirtiéndoles, que si no tiene interés ni novedad, se ha dejado satisfecha mi conciencia porque creo haber cumplido mi deber…” ( 7 ).

Procede después su autor a revisar la historia del embalsamamiento y a presentar el programa de su tesis basado entres aspectos: “I ) Algunas consideraciones higiénicas, II) La conservación de los cadáveres destinados al estudio de anatomía y medicina operatoria y III ) La conservación de piezas destinadas a los museos”. Sería prolijo detallar los comentarios del tesista contenidos en su investigación de 28 páginas –modesta bajo estándares actuales– y baste decir que a lo largo de ella da muestras de gran experiencia procediendo a instruir ampliamente al lector con recomendaciones para antes, durante y después de la disección y conservación de cadáveres, además de analizar el perfil ideal de habilidades del disector.

La lectura cuidadosa de la tesis, terminada en febrero de 1895, refleja claramente el conocimiento que, en el campo, tenía ya el autor en el momento de titularse de licenciatura, pues en el texto va intercalando anécdotas, comentarios y referencias a conocimientos previos y hábitos usuales en esa actividad… ¿ciencia? ¿técnica? ¿arte?

José Juan Tablada, periodista y poeta que con sus denuestos contribuiría en su momento a la caída de Madero, no tendría límites para elogiar a los compadres Huerta y Urrutia después de conocerlos, como veremos más adelante, pero en esta ocasión, a propósito de la carrera de Aureliano, nos señala que “el día en que la Escuela de Medicina le permitió a Urrutia practicar sobre el cadáver, inauguróse para él, la era más provechosa y fecunda de su vida profesional. Con su magro desayuno consistente en un jarrito de café y una rosca ‘española’, se encerraba el afanoso estudiante en el anfiteatro y aplicar y comprobar sobre el cuerpo humano las lecciones y teorías de sus libros. Aureliano Urrutia se había impuesto como indeclinable deber el ejecutar a diario sobre el cadáver determinado numero de disecciones y operaciones y durante carios años cumplió exactamente su voluntaria faena, adquiriendo así… maestría anatómica y quirúrgica y gran fuerza de carácter” ( 3 ).

“En cierta ocasión”, amplía Tablada, “notó el profesor la ausencia de Urrutia en el grupo regular de su clase, lo que lo llevó a buscarlo. Lo encontraron al fin en el anfiteatro… pálido, inerte, de bruces sobre un cadáver a medio disecar, y su desayuno casi derramado en una mano y en la otra sus instrumentos…”. Se había desmayado por la falta de sueño, deficiente alimentación y trabajo excesivo. En otra ocasión también, “en medio de un gran alboroto causado por un temblor, los compañeros de clase vieron a Aureliano salir de la sala de disecciones despavorido, pálido y tartamudeante…” resulta que absorto en su disección, no se dio cuenta del sismo, sino que sencillamente “vió que el cadáver se movía como si estuviera vivo, y que otro cadáver que estaba cerca de sí, en posición sedente, ¡se echaba sobre él enlazándolo con los rígidos brazos!.”

“Rápidamente conquistó Aureliano a la comunidad de la Escuela de Medicina y sus compañeros lo empezaron a ver con respeto por la fuerza de su carácter y su clara inteligencia. Los famosos cirujanos de la época que asistían a la escuela como Montes de Oca y Macías veían ya en el indio Xochimilca a un posible sucesor” ( 3 ).

Recién recibido como médico, cinco años antes del cambio de siglo –XIX al XX– Urrutia se dio de alta en el ejército y ya incorporado al 3er. Batallón de Infantería, quedó bajo el mando del entonces coronel Victoriano Huerta. Con él vio acciones en los estados de Morelos, Guerrero y Yucatán “estableciendo una amistad y compadrazgo que más tarde sería causa de su desventura al apartarse de sus naturales y brillantísimas actividades científicas, para adoptar las tortuosas de la política en aciagos días de crisis y exaltación…” ( 2 ).

3.- CAMPAÑAS CON EL COMPADRE, PROFESOR Y ALGO MÁS…

Es interesante reconocer en este punto algunos antecedentes de Victoriano Huerta, toda vez que su relación con Aureliano al cabo de los años y después de hacerse compadres, “sería causa de la desventura” del segundo. Desde niño en Cocotlán, Jalisco, quiso Victoriano estudiar en el Colegio Militar de Chapultepec al que ingresó a los 17 años en 1872. sus estudios se vieron beneficiados por la reciente reorganización del Colegio que integró veteranos franceses que permanecieron en México después del fallido imperio de Maximiliano, reorganización que, por cierto, dio un marcado enfoque europeo a la educación militar mexicana entre 1876 y 1880 ( 5 ).

Huerta vería después diversas acciones que le ganaron la promoción a Mayor y eventualmente, a General Brigadier hacia 1901-1903, desempeñando “comisiones especiales” como la relativa al “Inventario Geográfico Nacional” en Sinaloa, Puebla, Veracruz, BC, Coahuila, Guerrero y Yucatán. Coordinaba también Programas Astronómicos de la Comisión del IGN y del “Programa Geodésico” para los FFCC nacionales. “Alcanzó a llegar al círculo cercano al Presidente de la República, Porfirio Díaz. De maneras palaciegas, pero franco y abierto, buscaba Huerta en esos años ejercer un control absoluto en sus actos y expresiones, pagándolo en privado, con disturbios psicológicos e insomnio, lo que lo llevó a beber frecuentemente y en exceso” ( 5 ).

Aureliano Urrutia había quedado integrado al batallón de Huerta en 1896, cuando sus fuerzas fueron asignadas por Díaz a la primera campaña contra los rebeldes del Estado de Guerrero que iban contra el Gobernador Arce. Los alzados comandados por el General Canuto Neri, crecían en número, siendo finalmente neutralizados por Huerta que contó con refuerzos enviados desde Puebla y Oaxaca. ( 5 ) ( 7 ). “Durante un mes”, nos dice el relato de Aureliano, “Chilpancingo y sus alrededores fueron un campo de batalla con marchas y contramarchas, ejercicios y simulacros…” hasta que en cierta ocasión, “apareció en la orden del día la noticia de que íbamos, y, después de 6 horas de caminata, acampamos en la margen de un río para descansar y permanecer ahí hasta el día siguiente”. “Se levantaron las tiendas de campaña y el señor coronel Huerta me ordenó preparara un puesto de socorros para prestar los primeros auxilios si fuera necesario. Yo creía todo esto más como un simulacro que como una realidad y le dije: está usted servido mi coronel. Todo invitaba a la paz y al descanso en el pabellón. Los soldados [estaban] diseminados entre los árboles y protegidos por la vegetación exuberante. Repentinamente se escuchó un grito que parecía multiplicarse y que retumbaba con el eco de las montañas: ¡Viva la Libertad! Y ¡Muera el mal Gobierno!. La primera compañía del tercer batallón, que tanto estimaba el coronel Huerta y que en su totalidad estaba formada por negros y mulatos, se había sublevado y había dejado un reguero de sangre sin dar tiempo a haber (sic) atacado y sin que nadie pudiera defenderse”.

“El coronel Victoriano Huerta olvidó, por un momento, que era soldado y sólo pensó en ser hombre. Desenvainó su espada y se enfrentó al enemigo creyendo poder dominarlo con sólo su presencia. Las balas le pasaron por todas partes dejando huellas en el kepí y en las mangas del uniforme. Se salvó de una manera providencial. Cuando los sublevados habían agotado sus cartuchos, se los comió la tierra porque nadie pudo encontrar un solo hombre, ni mucho menos saber el camino que habían tomado”.

“Levantamos el campo con un total de 60 heridos y 15 muertos. Procedí a cumplir con mi deber. Hice una desarticulación de hombro para contener una hemorragia mortal, con fractura del húmero y, acto continuo, un pobre sargento que tenía desecha la laringe y que no podía respirar, me fue llevado por uno de los oficiales y sobre la marcha le hice la traqueotomía. Como la cánula al entrar a la tráquea no diera salida al aire, le hice la succión con la boca y le desalojé los coágulos –cosa que impresionó mucho al jefe del batallón–. Todos los jefes y oficiales me ayudaron en la mejor forma posible y logramos terminar a las seis de la tarde en medio de la tristeza más profunda que hayan presenciado aquellos bosques”. “Ocho días después cenábamos tranquilamente en campo y nos dijo el coronel Huerta: Aquí no ha pasado nada. Mi batallón está completo y la única duda que tengo es si el doctor está comiendo su carne con la misma boca que le chupo la sangre al sargento Sepúlveda. Por una ironía del destino este acontecimiento lúgubre decidió mi porvenir, fijando mis ilusiones todas en la cirugía y en la Escuela de Medicina, aunque parezca increíble, decidió en gran parte de los destinos de la Nación”.

“Bajábamos el coronel Huerta, el teniente coronel Felipe Mier y yo por una de las hermosas cuestas del valle de Tixtla, cuando repentinamente dijo el coronel Huerta: Doctor, cuando yo sea presidente de la República usted será mi Ministro de Gobernación. No le contesté y creí que estaba bajo la influencia de una pesadilla. Esto que le digo a usted, aunque no lo crea, lo siento y lo veo venir y para que se sepa con quien habla, de voy a referir el siguiente hecho histórico:
Abandonaba el país el Presidente Lerdo, siguiendo estos caminos que vamos recorriendo, y el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, el señor Iglesias, se rehusó a ocupar el puesto que la ley le concedía. Yo tenía a mis órdenes una compañía del Colegio Militar y me dirigí al Palacio Nacional. Me declaré solemnemente Presidente de la República e hice que los soldados de mi compañía me hicieran los honores que marca la ley. Todo hubiera terminado muy bien, si a los hijos del Colegio Militar que me acompañaban, no los hubiera ofuscado la falta de valor o el exceso de prudencia.”

“ [Respondí:] Todo esto es muy bonito, mi coronel, para ser contado, pero apara mí sigue usted soñando… no señor doctor, dijo bruscamente, Victoriano Huerta no dice mentiras. Esto que le cuento a usted, como dice mi general Santibáñez . El teniente Mier, que había guardad silencio, dijo: Es un hecho, doctor. El mundo está lleno de sorpresas. De cualquier manera, estos espíritus tuvieron un intercambio de corrientes de energía y de vida que hicieron de los tres un solo, lo mismo en los placeres que en las terribles horas de dolor” ( 2 ) ( 6 ).

Aureliano regresó entonces a la ciudad de México, para participar en el Concurso de oposición que la Secretaría de Instrucción Pública abrió el 30 de abril de 1900 convocando a todos los médicos de la República; “el Dr. Aureliano Urrutia, el más joven del Profesorado de la Escuela fue designado para cubrir la vacante de Profesor de Operaciones en medio de la más clamorosa ovación que han dado los estudiantes, los profesores y todos los que concurrieron al Salón de Actos de la Escuela de Medicina en dicha ocasión” nos dice la crónica en el libro autobiográfico con motivo de sus cincuenta años de titulado ( 2 ). Por su parte, la nota correspondiente de El Imparcial detalla: “La Secretaría de Instrucción Pública abrió el concurso, convocando a todos los médicos de la República. Se inscribieron los siguientes doctores: el Dr. Ricardo Suárez Gamboa, prominente cirujano de la ciudad de México autor de una obra titulada La Ginecología en México y profesor interino de la cátedra; el Dr. Rafael Norma, cirujano de los Ferrocarriles Nacionales; el Dr. Julián Villarreal, director del Hospital González Hechevaria (sic); todos de la ciudad de México y el Dr. Aureliano Urrutia procedente del Estado de Guerrero, desconocido en el ambiente quirúrgico del momento. Fueron sometidos a la prueba designada por el jurado, que consistió en hacer la historia, marcar las indicaciones y practicar la más grande y la más grave de las operaciones de cirugía: la desarticulación de la cadera. Todos los candidatos cumplieron a satisfacción al jurado y furon extraordinariamente aplaudidos.”

“Para terminar el concurso fue llamado el Dr. Aureliano Urrutia y hubo un momento de expectación y de profundo silencio. Su exposición fue sencilla, clara, persuasiva y según las frases del Dr. Don Francisco Chacón, uno de los miembros del jurado, reputado como el más sabio profesor de Anatomía:
Desde que empezó a hablar, sentó cátedra, se podía oír el vuelo de una mosca, tomó al auditorio por completo; armí su mano con el cuchillo de amputaciones y con una seguridad muy grande dijo: «No obstante que esta operación es considerada como la más sangrante, debe hacerse sin perder una gota de sangre, aislando y ligando las arterias previamente, con cortes netos, precisos, con gran cariño para las carnes y con tal belleza que por sí sola salva la vida del enfermo» y así lo hizo. Todos, dijo Chacón, estuvimos recibiendo la cátedra, la operación fue tan sencilla, que se nos figuró que estábamos presenciando más que un acto quirúrgico, un antiguo rito religioso, lleno de Unción y de Belleza. La ovación fue clamorosa, tanto para el candidato triunfante como la el jurado, por la justificación con que procedió entregando el nombramiento al entonces ignorado doctor Don Aureliano Urrutia, quien desde ese momento adquirío el título de distinguido cirujano”.

“Solamente otra oposición en la misma Escuela puede compararse con ésta, la del inolvidable Pancho Montes de Oca, como profesor de Clínica Quirúrgica. ¡Benditos Sean!”, escribió el Dr. Manuel Flores.

De manos del propio Doctor Eduardo Liceaga, recibió Aureliano su nombramiento en ese 1900, año de su primer nombramiento docente, del nacimiento de su primer hijo y de su primer matrimonio. La ovación fue clamorosa, como ya se dijo, tanto para el candidato triunfante como para el jurado en el momento de entregar el nombramiento ( 2 ) ( 8 ). Urrutia sería profesor interino de la cátedra de Clínica Quirúrgica hasta el 25 de diciembre de 1912.

Recién nombrado catedrático de la Escuela de Medicina de la Universidad de México, su Alma mater, Aureliano se reintegraría al batallón de su compadre Victoriano, para emprender la campaña de Yucatán en octubre de 1901, que por cierto, contribuyó también a incrementar la fama de Victoriano como bebedor, debido a los excesos a que se vio sometido durante esa empresa de represión a los mayas.

Es interesante traer a colación en este punto que mientras Victoriano es promovido a comandante de campaña en la península yucateca hacia mayo de 1902 y eventualmente a General Brigadier, Aureliano Urrutia, estaría acuartelado con sede en Mérida y conocería al también joven cirujano yucateco –recién llegado de sus estudios en Europa– Saturnino Guzmán Cervera. Este, con su título de la Facultad de París y “discípulo de los famosos cirujanos Trelat, Jaccoud y Verneuil, trajo las novedades de Pasteur y Lister, época gloriosa de la asepsia y por consiguiente los grandes atrevimientos (sic) de la cirugía…Quiso el destino”, señala a continuación el Dr. Cervera Andrade en su interesantísima crónica, ( 9 ) “que Urrutia llegara a Mérida como médico del batallón que se alojaba en el Cuartel de Dragones situado enfrente del Hospital O’horan” en la antigua Plaza de la Mejorada, en el centro de la ciudad, antes del cambio de edificio al nuevo que inauguraría personalmente Porfirio Díaz en 1906… “Llegó a los oídos de Urrutia la fama y el prestigio del Dr. Guzmán e hizo amistad con él, en lo provado y fue su discípulo, recibiendo de Guzmán Cervera lecciones de cirugía sobre el cadáver y en el vivo”. Poco conocido es éste ángulo en la vida de Aureliano, claro ejemplo de la relación profesor-alumno, parte de la formación tutorial de los científicos (así, sin comillas), pero ¿Quién era el tal Dr. Cervera?

“El año de 1887 había marcado el inicio de una nueva época para la cirugía en Yucatán con la llegada del Dr. Saturnino Guzmán Cervera, quien después de graduarse en Mérida, se fue a París, hizo sus estudios en dicha Facultad, hasta obtener el título y luego pasó a Berlín y a Viena para asistir a las clínicas de los cirujanos más famosos de esas ciudades. En Viena tomó clases particulares del Dr. Billroth, en esa época considerado como elcirujano número uno de Europa. . Así es que al llegar a Mérida el Dr. Guzmán, con tan vasto caudal de conocimientos, sus primeras operaciones fueron calificadas como atrevidísimas…”

4.- LA CORNADA DE LA FAMA Y LA FORTUNA

Aún poco conocido como médico, pero ya después de licenciarse del ejército, “Urrutia instaló lo que sería su primer consultorio en el centro de la ciudad de México, ubicado en la calle de San Felipe Neri frontera casi al teatro Abreu”, --hoy República del Salvador, en el centro de la ciudad–. Aureliano adquiriría entonces gran fama, popularidad, clientela… y altos ingresos, a consecuencia de haber salvado la vida al entonces renombrado torero Rodolfo Gaona, que había sufrido un grave percance en el ruedo. Sucede que el 13 de diciembre de 1908 ha quedado marcado con signos rojos en los anales de la tauromaquia mexicana por haber caído entonces, heridos de gravedad en diferentes ruedos del país, las tres figuras mexicanas de aquélla época: “Arcadio Ramírez lesionado en el vientre por un toro en Celaya, Vicente Segura con un muslo atravesado. Actuando en Guadalajara y Rodolfo Gaona, por un toro de La Trasquila, en el ruedo de Puebla. La impresión de quienes presenciaron el percance de Gaona fue tremenda, pues claramente pudieron ver cómo el muchacho se iba vaciando mientras se le conducía a la enfermería… La cornada situada en la fosa isquiorrectal derecha, con profundidad de 20 cm, interesaba el recto y el peritoneo” ( 10 ). Era un caso muy serio y fue aconsejado su traslado a la capital, pero en vista de que se agravaba, optóse “por telegrafiar al Dr. Aureliano Urrutia a México para su traslado a Puebla… don Andrés Matienzo, aficionado poblano, proporcionó su auto para que en él fuera recogido el reputado galeno. A las altas horas de la noche llegó Urrutia, donde precio examen al herido, ordenó su inmediato traslado a la metrópolis mexicana para ser debidamente intervenido… Ya en la ciudad capital, se rumoraba que Gaona no pasaría la noche”.

Numerosas cartas y telegramas se recibieron en la vieja clínica de Urrutia, interesándose todas por la salud del lidiador de León, aunque destacaba –y nos sirve como barómetro para medir la popularidad del herido– “una nota provenía directamente de la mensajería del propio presidente Porfirio Díaz” ( 2 ). La afortunada salvación de Gaona fue realizada por Urrutia en condiciones que bordeaban la espectacularidad, ya que el inimitable torero, “símbolo del patriotismo popular” de aquellos tiempos era “el centro de la expectación pública” y Urrutia “de un golpe se hizo notorio y conocido”. Ni en las noches de gala del viejo teatro se vio tan concurrida la calle, “llena por una apretada fila de coches… deseosa de seguir la convalecencia del torero, siendo necesario fijar un boletín en la fachada del sanatorio, para dar cuenta del estado diario del paciente”, Urrutia había realizado al pie de la letra su promesa de salvar a Gaona con su ciencia.

Durante su recuperación abundaron… “clamores de alegría”… “aplausos”… y “el día que el gran torero salía curado del sanatorio, el gran cirujano veía que entraban sus umbrales, la celebridad y la fortuna” ( 3 ). Tablada también registró este hecho culminante en la carrera de Aureliano –que hoy consideraríamos como un fenómeno no sólo de pericia médica sino de psicología de masas– en el que, “no bien Gaona mal herido y comatoso traspasó las puertas del sanatorio… los visitantes comenzaron a acudir ricos en sus carruajes y pobres a pie, a tal punto que nunca, ni en las noches de funciones de gala en el viejo teatro, se vio tan concurrida la calle de San Felipe Neri, llena en ciertos momentos por una apretada fila de coches. Fue necesario, como tratándose de monarcas y jefes de Estado, fijar en la fachada del sanatorio un tablero con el boletín en que a diario, y aun varias veces al día, se daba cuenta del paciente y de los sucesivos aspectos de su mal… Desde ese momento el cirujano no fue sólo célebre sino popular, y su nombre se fijó para no borrarse ya, en la mente del gran público, unido al de su gran ídolo Gaona” ( 3 ).

Al constituirse Aureliano en el salvador de Gaona y ver que entraban or su puerta dama y fortuna, llegaron también los honores y nombramientos y a su gran habilidad para el manejo de los instrumentos quirúrgicos, se sumaría una gran habilidad para el manejo de las relaciones públicas y políticas, habilidades que él sabría aprovechar a su favor en tiempos futuros.

“Representó a la medicina nacional en el XVI Congreso Internacional de Medicina en Budapest, nombrado para el caso por el propio Porfirio Díaz el 22 de marzo de 1909. También a petición de la Presidencia de la República, colaboraría Urrutia un año después, 1910 Año del Centenario de la Independencia Nacional, con “un fotógrafo alemán recién llegado (¿Guillermo Kahlo?) para que se tomaran películas de su propia destreza quirúrgica, y así presentar su ciencia al mundo…” Díaz pronunciaría entonces la ilustrativa expresión que las películas llevarían por delante: “¡Así se opera en México!”. Se filmaron cuatro operaciones de las más notables que, en su oportunidad, se proyectarían ante el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes así como del personal de la Escuela de Medicina en la Universidad de México ( 2 ).

En ésta época Aureliano Urrutia también fue nombrado por el propio Porfirio Díaz, “Doctor ex oficio” así como Presidente de la Sección XIV sobre “Terapéutica Quirúrgica” que integraban médicos notables de esa época, como los Doctores Manuel Godoy, Antonio Vilchis, Rosendo E. Amor y nada menos que Eduardo Liceaga, entre otros y de esta manera desarrollar el evento académico más importante de esa época como fue el IV Congreso Médico Nacional Mexicano que tuvo lugar del 19 al 25 de septiembre de 1910 en la ciudad de México, bajo los auspicios de la Comisión Nacional del Centenario y ante los representantes de la comunidad médica internacional ( 11 ).

Pocos años después, ya bajo el régimen de usurpador Huerta, su compadre Aureliano agregaría más cargos importantes a los que ya tenía, como el de Director del recién inaugurado Hospital General de México, el 18 de octubre de 1913 y, paralelamente, el de Director de la Escuela de Medicina de la Universidad de México, el 18 de octubre de 1913 al 30 de enero de 1914. Dato poco conocido es el que se refiere al hecho de que este último se aprobó pasando por alto un oficio precautorio relativo a que Urrutia “estaba procesado penalmente por el delito de abandono de cargo de Concejal Séptimo propietario del Ayuntamiento de Coyoacán al Ministro de Instrucción Pública, con fecha 31 de enero de 1913. Al respecto de las consecuencias del último nombramiento señalado, es interesante recordar lo que se llegaría a comentar transcurrido cierto tiempo: “El paso del Dr. Aureliano Urrutia por la Escuela de Medicina, marcó un periodo de reconstrucción y reformas que constituyeron un cambio radical en la enseñanza médica. Desde la fundación de la Escuela nadie se había atrevido a tocar lo existente, todo era sagrado” y fue el antiguo y severo Palacio de la Inquisición –local de la Escuela de Medicina en esa época– donde el Dr. Aureliano Urrutia intentó, con autoritarismo, una reorganización modernizadora ambiciosa que incluyó, “bajo un enfoque eminentemente práctico y lleno de un santo horror a la erudición, la quema de revistas y periódicos médicos de varias décadas atrás”, así como “hacer el asiento de la Escuela al Hospital General y sus auxiliares más eficaces, a los Institutos Anatomo-Patológico y Bacteriológico” ( 12 ) ( 13 ).

Fue entonces que “el antiguo y severo Palacio de la Inquisición… se acudió de la cabeza a los pies”, ya que, por ejemplo, “elaboró un nuevo plan de estudios, se reformaron los departamentos, se instalaron 50 planchas de mármol para enseñar anatomía y 200 microscopios para las clases experimentales y de observación, se fundó el gabinete y laboratorio de fisiología y se intentó desde luego, quitar a la enseñanza su carácter filosófico y teorizante. Por añadidura a su autoritarismo y aparentemente para hacer un gimnasio en el local de la Escuela, expulsó a la Academia Nacional de Medicina del local que ocupaba en las instalaciones de la Escuela, granjeándose con su decisión, la repulsa correspondiente por parte de sector médico de élite de esa época” ( 12 ).

Para el autor de estas notas, acumular todos esos cargos, representa sin duda alguna un hecho singular, que no sólo implica ser la resultante de una notable trayectoria médica en el campo de la cirugía, sino de moverse dentro de una red de relaciones sociales y políticas que, con escrupulosidad de cirujano, sabía manejar también, cuidadosamente, don Aureliano. A todo esto se vendrían a sumar, más adelante, los tiempos de la usurpación de Huerta de quien actuaba el renombrado compadre-doctor como médico de cabecera y consejero privado en una diversidad de asuntos extramédicos. Evidentemente, este sería el punto de inflexión en su carrera como científico de la salud humana.

5.- EN COYOACÁN EL MEJOR “SANATORIUM”.

“Mientras daba consultas y operaba con maestría en su pequeño sanatorio de San Felipe, Urrutia proseguía, conforme se lo iban permitiendo sus medios de fortuna, la construcción del hermoso y magnífico sanatorio de Coyoacán, el establecimiento más notable en su género de cuantos haya producido en México la iniciativa privada, o más claro aún, el ejemplar esfuerzo de un solo hombre de origen humildísimo y que sólo a su talento y su fuerza de carácter debe el encumbramiento, su fortuna y el buen nombre que para su patria ha sabido conquistar en el extranjero” ( 2 ).

Ya económicamente próspero, considerado médico de Porfirio Díaz y en la plenitud del éxito, inauguraría Aureliano formalmente (por Francisco León de la Barra, Presidente Interino de la República), su nuevo “Sanatorium” en enorme propiedad, 100 000 metros cuadrados, del Barrio de San Lucas, en el entonces apartado pueblo de Coyoacán, y con la asistencia del propio Francisco I. Madero y otras personalidades…” Lo habitaría en compañía e sus siete hijas y cuatro hijos, procreados con la bella y virtuosa Doña Luz Fernández, hija de don Adolfo y sobrina de don Serapión, notorios entre los hombres de negocios de la época porfiriana” ( 3 ).

El sanatorio Urrutia sería contemplado entonces por la clase en el poder y sus cronistas, “como una isla de paz en cuyas riberas se estrellan los oleajes hirvientes y amenazadores de nuestra terrible época actual, en donde había pabellones luminosos para enfermos y una magnífica sala de operaciones, modelo admirable aun en Europa y EUA…” ( 2 ).

El renombre adquirido por Aureliano desde la salvación de Gaona fue tal, que el eminente Joaquín D. Casasús, factotum del gobierno de Porfirio Díaz, nos ha transmitido una conversación entre él mismo y el renombrado Justo Sierra, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de ese régimen, a propósito de Urrutia: “¿Conoces lo que está haciendo en Coyoacán? ¿No? Pues debes conocerlo. Ahí está el indio… con toda su gran persona en cuerpo y alma… hace pocos días fui invitado a una fiesta en la que… me encontré en el Sanatorium con miles (sic) de estudiantes, médicos, artistas, abogados, obispos, músicos, poetas y campesino. Todos celebraban el cumpleaños de Aureliano en medio de la más desbordante alegría, todos arrastrados por el magnetismo de ese indio…” ( 2 ).

En efecto, en sus “parques brotaron toda especie de construcciones, unas pintorescas y otras fantásticas, pues en sus ímpetus artísticos, solía Urrutia incurrir en cosas afectadas y un tanto caprichosas” ( 2 ). Es interesante completar, en este sentido, que en la descripción que se hace de la amplia pinacoteca propiedad del doctor, se encuentra la de dos cuadros un tanto extraños enfocados a la vida y la muerte; con respecto al segundo de ellos, la imagen presentada lleva una leyenda a pie de cuadro, por demás singular, que reza: “La Muerte, es la esencia de esa fuente que al romper su caso no pierde ni su amor ni su belleza” ( 2 ). No se indica ni autor de uno u otra.

Dotada suntuariamente de estanques, lagos y fuentes monumentales, así como estatuas, cenadores, laberintos, destacaba en el espacio y en los recuerdos del autor de estas líneas, su enorme capilla recubierta por fuera de la cúpula con mosaico veneciano azul claro; notable era la reja de acceso a la misma, de hierro forjado, que provenía de un viejo convento colonial del centro de la ciudad –San Juan de la Penitencia– ubicado donde actualmente está la Iglesia del Buen Tono, al costado poniente del Mercado de San Juan, de donde “la recogió Urrutia”. Para dar una idea de su tamaño, mencionaremos solamente que alcanzaba un peso de 22 toneladas ( 14 ). Eventualmente, al vender Urrutia su “Sanatorium” a la Fundación Mier y Pesado, antes de abandonar el país en 1914 y años después esta, a su vez, traspasar una parte a los lasallistas para un internado-escuela y otra parte a la UNAM para erigir la actual Prepa 6, “la bellísima obra de la herrería colonial ubicada en la capilla, iría a dar a la entrada del Bosque de Chapultepec, por Reforma, justo donde estaban Los Leones aquellos de cierta rima infantil; transcurrido el tiempo se llegaría a realizar una réplica de la famosa reja colonial que se encuentra hoy en día, ¡oh, paradojas de la historia! En la entrada de la Residencial Oficial del Presidente de la República en “Los Pinos” ( 14 ) ( 15 ).

En el apogeo del sanatorio –1908 a 1913– Urrutia solía invitar los domingos a “discípulos, amigos, poetas, pintores, artistas, periodistas y hombres notorios” a su ya popular propiedad en Coyoacán, es decir, invitaba las fuerzas vivas del arte, la ciencia, la política y el periodismo de la época; entre los que se contaba, por ejemplo, el señor Elorduy, el señor Ureta, el Dr. Izaguirre, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Justo Sierra, Casasús, Castillo Nájera, Álvarez Amézquita, Puig Csauranc, Portes Gil y Ezequiel Padilla, entre otros así como, por supuesto, a su compadre Victoriano Huerta.

Los vecinos del centro histórico de Coyoacán aun comentan la ocasión en que Victoriano, pasado de copas al término de uno de esos convivos en la mansión de su compadre, fue a estrellar el auto contra la esquina nor poniente de la larga media barda que bordeaba todo el antiguo atrio de la iglesia del lugar –San Juan Bautista– y cómo de coraje por el accidente, mandó derribarla toda después del hecho, dejando en pie solamente los dos arcos coloniales de acceso al espacio, que aún permanece, frente a la calle de Francisco Sosa. Los viejos pobladores de la villa se referían en adelante y hasta la actualidad, como el sitio del “Borrachazo de Huerta” ( 16 ) ( 17 ). “Moles insignes y homéricas barbacoas al lado de pulques curados pródigos en aromas frutales, solferinos y verdes” eran sólo una parte del atractivo de ese lugar de regocijo dominical –el Sanatoriun de Aureliano– donde hubo visitas ocasionales del mismísimo Porfirio Díaz y de los hermanos Gustavo y Francisco I. Madero. “Solía el Dr. Urrutia invitarme”, señala Tablada en sus memorias, “para hacer el viaje diario de Coyoacán a la capital, a bordo de su automóvil, uno de los mejores carros franceses que en aquel tiempo se habían importado a nuestro país… en medio de animadas pláticas… (con) el peculiar sentido humorístico de mi gran amigo y vecino”… quien dicho sea de paso, en alguna ocasión y “seguro de sí mismo” declaró: “¡yo afirmo que la cirugía es una de las Bellas Artes!” ( 2 ) ( 18 ). La también famosa casa del escritor Tablada, debe decirse en este punto, se encontraba a unos 300 metros al oriente del Sanatorio Urrutia y hoy ya no existe más. En su lugar se encuentra el Teatro Coyoacán, asiento de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Conocida en su momento por estar construida a la usanza tradicional japonesa, es decir con estructuras de madera y papel, sería destruida totalmente al paso de las fuerzas zapatistas que, en 1914, provenientes de Xochimilco, seguían el trayecto de las vías del tranvía cercanas, rumbo al centro de Coyoacán y en su tránsito rumbo al centro de la ciudad. Tablada, odiado por los zapatistas, era conocido por ser huertista de hueso colorado y por haber contribuido a la caída de Madero con sus textos sarcásticos en los periódicos que escribía.

La existencia del avanzadísimo “Sanatorium” de Coyoacán, en sí mismo, ha sido el centro de crónicas y relatos de historia oral del lugar –Barrio de San Lucas–, sobre todo, después de la Revolución en que lo rodearía una atmósfera de misterio. Cierta crónica popular del lugar, relata lo siguiente: “Mis dos hermanos estudiaban en la Escuela Mier y Pesado… cuyo primer destino fue hospital en el cual, se dice, le cortaron la lengua a Belisario Domínguez y se encuentra enterrada (sic), desconociéndose el lugar… ahí deben haber muerto muchas personas… En algún momento dado, el Sanatorio Urrutia fue internado de niñas (pero) éstas se quejaban de que oían lamentos, rechinar de camas y hasta rumor de pasos. ¿Qué tanto habrá de cierto? Nadie lo puede asegurar, pero un suceso causó tal impacto que se le tuvo que achacar a las pobres almas errantes: en un lapso corte de tiempo, se ahogaron en la alberca del internado varias alumnas…” ( 19 ) ( 20 ).

Aunque gran parte de las construcciones incluidas en el predio original todavía subsisten, básicamente sin modificar, ya no es sanatorio ni internado, es una escuela diurna de varones cuya superficie sigue siendo enorme y aún conserva para el enterado, reminiscencias de su época como “Sanatorium”. Franquear la puerta de la escuela es más difícil y recorrer con calma los enormes jardines y edificios es poco menos que imposible, aunque lo pudimos hacer brevemente hace algunos años y tomar fotografías para estudio. Hemos de subrayar, aunque sea solamente un sentimiento subjetivo, que aún impresiona observar el estado que guardan en la actualidad algunas secciones del enorme predio, en las que se produce una vaga sensación opresora del espíritu. Desafortunadamente, no puede hacerse un examen cuidadoso –in situ– de espacios y objetos, tampoco hay ya empleados de la época original de Urrutia que amplíen de primera mano la información popular o la rechacen, además de que los viejos empleados que aíun laboran ahí, muestran un cierto hermetismo a opinar.

Esa atmósfera que se respira en el lugar sobreviviente del viejo “Sanatorium”, quizá se pueda deber también, a cierto abandono del lugar, producto del exilio precipitado del doctor Urrutia en 1914 y a un litigio sobre pagos derivados de su compraventa que parece llevaría 22 años. Procede señalar a propósito de este litigio que el testimonio de la escritura de liquidación, recibo, cancelación y finiquito formalizado de la venta, de una parte por la fundación y de la otra por los apoderados del doctor Aureliano Urrutia ocupa 17 fojas por ambos lados y se firmaría hasta el 13 de noviembre de 1936.

Llama la atención que en el mismo documento se mencione la vigencia de una “providencia precautoria” decretada por Juez civil para garantizar la cantidad que, como reclamos por adeudo de pensión alimenticia a sus hijos exigía la Sra. Catalina Tazzer de Urrutia, la segunda esposa de Aureliano ¿Significa esto que con toda su fortuna el renombrado Dr. Urrutia, no cumplía satisfactoriamente con sus deberes y obligaciones de padre hacia los cuatro hijos procreados con la Sra. Tazzer? La respuesta está en aire y quizá ahí se quede hasta no tomar debida distancia en el tiempo, toda vez que su aclaración nos llevaría por caminos resbalosos que no son ni de crónica, ni de historia y que afectarían a varios de los actores del asunto que, sin deberla ni temerla, aún viven.

6.-ECHÁNDOLE MONTÓN A PANCHO

El torbellino de la revolución y sus actores, como suele decir el cliché de la historia de bronce, se vio reflejado particularmente en una creciente agitación popular y ola de rumores a los que, como sociedad mal informada, somos tan adictos los mexicanos. Dichos rumores surgieron casi simultáneamente con el advenimiento al poder de Francisco I. Madero y la serie de errores, omisiones y decisiones equivocadas que tomó Madero durante su corto ejercicio del poder, después de la dictadura de Díaz. ¿Qué relación guardó Aureliano, en lo personal, con Madero y su gabinete antes de ser ministro? ¿Qué participación tuvo Urrutia en ese ambiente de desmoronamiento del gobierno maderista, además de su compadrazgo con Huerta? ¿Participaría directamente con recomendaciones en los diferentes complots que se dieron en contra del presidente mártir? ¿Qué recomendaciones serían esas? ¿Qué tan lejos llegaría en lo político su cercanía con Tablada? Se hace necesario señalar en este punto, no obstante, que más que un complot único y específico contra Madero y su régimen, parecen haber tenido lugar una serie de intrigas entre diversos grupos ( 22 ) en una atmósfera creciente de carácter adverso al gobierno y a la gestión maderista cuya explicación más parece pertenecer al campo de la psicología social ( 23 ). La abuela del autor de este texto le comentó alguna vez, que ella recordaba el enorme contraste entre la altivez y gallardía de Porfirio Díaz y las actitudes de Madero, a quien recordaba sentado sobre su propia pierna doblada para alcanzar a ver la audiencia por encima de la mesa en que estaba el sillón presidencial, ocasión en que, lo recordaba bien ella el Sr. Madero se mordisqueaba las puntas de los dedos… con los guante blancos puestos ( 24 ). Fueron muchos los grupos, sectores y personas que contribuyeron explícitamente a preparar la caída del mártir de la democracia, algunos de los cuales, como el escritor Tablada que tanto contribuyo a ella, lo hicieron desde antes de su llegada al poder, es decir desde su campaña. Por lo importante de sus testimonios, su vecindad con Aureliano Urrutia y su respectiva identificación con Huerta, vale la pena ampliar en nota breve algo más sobre un escritor tan prolífico. Nos dicen que José Juan Tablada había nacido en 1871, estudiado bremente en el Colegio Militar y en “una academia de pintura” ( 58 ). Diputado también, J. J. T. escribió más de 10 mil artículos y poemas durante 50 años, en varios periódicos de la época como “El Imparcial”, “El Excélsior”, “El Universal”, “Revista de Revistas” y “El Mundo Ilustrado”, es decir, ¡casi uno al día!. Bohemio y traductor en varios idiomas, fue la cultura japonesa, sin embargo, la que lo impresionó más. Solía escribir bajo diferentes seudónimos. Viajó mucho entre México, Nueva York y París. No deja de llamar la atención que esté enterrado en la “Rotonda de los Hombres ilustres” del panteón de Dolores en la Cd. de México, pese a que, además de su prosa adversa a la gestión maderista, escribió una obra de teatro del género satírico, “Madero-Chanteclair, tragicomedia zoológico-política de rigurosa actualidad” que, basada en una obra francesa de Rostand publicada meses antes, específicamente pretendía hacer escarnio de Madero, el Presidente demócrata y eventualmente mártir. A no dudarlo dicha obra contribuyó no sólo a la caída de Madero, sino que para algunos, “inspirando directamente la idea de su asesinato” ( 25 ).

No es posible todavía “entrar” directamente al cerebro humano para indagar en el mundo de sus motivaciones –quizá algún día se logre con un “biochip”– y así conocer “la verdad” de entre los sentimientos encontrados de un individuo o entre su acción… ¿Contaremos algún día con un hipocritómetro enfocable, integrado al teléfono celular? ¡qué maravilla! o ¡qué horror! ¿Cómo serían las relaciones humanas? Por lo pronto, es notable la distancia entre lo escrito siempre por el huertista a ultranza Tablada y lo que expresa en su Diario a propósito de los hechos “Post decena trágica” de febrero de 1913. tomamos de su expresión… “Sábado 22 de febrero, según toda probabilidad Díaz Dufoo dirigirá El Imparcial y yo continuaré en mi puesto” (Tablada recibía diversas “remuneraciones” económicas y tenía puestos oficiales en la administración del usurpador)… “En la mañana entrevista con el Dr. Urrutia y reviso los cablegramas de los EUA que expresan categóricamente que el Gobierno de Washington verá con desagrado que Madero y Pino Suárez sean fusilados… salgo de El Imparcial a la una menos quince de la mañana, llevándome como última noticia que Madero y Pino Suárez han sido consignados al Procurador.

Domingo 23 de febrero, lleno de estupor, de indignación y de Vergüenza al ir a desayunar, leo en El Imparcial la abominable, la increíble noticia del asesinato de Madero y Pino Suárez consumado anoche en las proximidades de la Penitenciaría… Félix Díaz, pues, a quien Madero perdonó la vida que en rigor la justicia y la ley reclamaban, han condenado, o no ha querido salvar ahora, a su bienhechor brutalmente sacrificado. Confieso que”, termina desfachatadamente su reflexión Tablada, “Jamás pensé en que se llegara a tal extremo… siempre creí que ese sacrificio no sólo no sería inútil y necesario, sino que sería contraproducente y peligroso… mi aprensión de los fatales resultados que esta situación pudiera tener para la nación dentro y fuera de ella, se cambian en absoluta certeza de las calamidades que tan insensato crimen acarreará sobre la Patria, una vez más infamada… Madero que pudo parecer insignificante e irrisorio aun a sus enemigos” (¡aclaración asombrosa de Tablada en el contexto de su trabajo para lastimar a la persona y gestión Maderista!),… “hoy, transformado por La Muerte (sic) asumirá proporciones terribles e implacables. Todo lo que tuvo de bueno, de generoso, de iluso, será sepultado con su cuerpo, pero de su huesa (sic) surgirán siniestras fuerzas que él jamás hubiera ejercitado y que abrumarán al país… vivo se hubiera derrumbado lentamente en el abismo de su inadaptable superioridad espiritual, de su ideología sin sentido en nuestro medio inánime. Ahora sus propios verdugos han puesto un nimbo de martirio en su memoria y una bandera en su brazo que atravesará la tierra del sepulcro y se alzará no ya vengador, sino justiciero!” ( 18 ).

¿Qué le parece al lector la opinión de Tablada, después de haber ridiculizado tantas veces a Madero?

¿Irresponsabilidad sobre los alcances de los propios actos?
¿Una gran burla más de la sociedad?
¿Simple y llanamente hipocresía?

Quizás fuera pertinente en esta parte de nuestra crónica de crónicas, referirnos al estudio del eminente psicoanalista mexicano doctor Aniceto Aramoni cuando señala que “un atributo significativo de los individuos inseguros que poseen dudas de carácter racional o irracional, en relación con su propia estima, potencia y efectividad, se caracteriza como cinismo, burla, escepticismo y ninguneo. Todos estos, matices que pueden encontrarse en el habitante del país y que se manifiestan en numerosas ocasiones, pero ante todo en las actividades y las actitudes relativas a la política” ( 26 ).

Quedó señalado en párrafos anteriores que sin duda hubo un sinnúmero de intrigas y complots aunque formalmente ha sido señalado que “El Complot en contra de Madero y su gobierno se gestó entre los jefes Manuel Mondragón, Gregorio Ruiz y Cecilio Ocón cuando se reunieron en La Habana, a propósito del aprisionamiento del Gral. Félix Díaz en San Juan de Ulúa ( 21 ), su plan pretendía liberar a Díaz y al Gral. Bernardo Reyes, también encarcelado, en una doble acción simultánea: con el asalto al Palacio Nacional (y otros edificios, entre ellos La Ciudadela) y el apresamiento de Francisco y Madero, Presidente, decretándose el “estado de sitio”. Los hechos que surgieron después (y que llevaron a un cambio en sus planes) son de todos conocidos y han sido incluidos en una diversidad de crónicas, análisis y relatos que vienen desde nuestros abuelos. Crónica relevante y pertinente a este punto es la del eminente tabasqueño don Alfonso Taracena, recientemente fallecido a los 99 años –1995– de fructífera existencia, después de escribir casi un centenar de libros, muchos de ellos referentes al período de la historia patria que nos ocupa. En cierta ocasión expresó Taracena: “Aspiro a dejar la verdad establecida, no me considero historiador, soy un investigador de la verdad y la buscaré mientras viva, aunque muchos se opongan…” En dicha entrevista ( 27 ) don Alfonso también señaló implícitamente que la hipocresía, falsedad o mentira va de la mano con la política, no sólo en lo general, según el saber popular, sino también en casos específicos como el del régimen maderista, la usurpación de Huerta y su contexto.

En la obra de Taracena, como en la de muchos otros autores, la figura del Embajador estadounidense Henry Lane Wilson figura en primera línea con otro consejero ex oficio de Huerta, adicto al coñac, intrigante contra Madero, por no haber aceptado darle su “mochada”, como antes lo había hecho –¡increíble!–Porfirio Díaz y como instigador de su asesinato. Tanto daño hizo a México Wilson pretendiendo controlar a los dirigentes políticos nacionales de su tiempo, como noventa años antes lo había hecho otro colega suyo, Pointsett, ambos pensando que somos un pueblo de salvajes. Paradojas de la historia nos señalan que la hermana de Lane Wilson, casó en aquellos años con un paisano de Guerrero y que de él, de Henry Lane, se ignore donde está enterrado.

Taracena nos recuerda que el 1° de enero de 1912 el Presidente Madero había recibido en un salón del Palacio Nacional los parabienes del Cuerpo Diplomático por haber resultado electo de manera democrática a la salida del dictador Porfirio Díaz y que Henry Lane Wilson iba al frente de los Embajadores en su carácter de Decano, pronunciando un mensaje alusivo y que a los pocos días, ya que Lane Wilson mandaba a su país textos confidenciales cifrados desfavorables a la personalidad del presidente Madero –“that fool, lunatic”– “loco”, que el mismo embajador junto con Huerta y otros se encargarían de difundir ( 21 ) ( 28 ). También nos recuerda Don Alfonso que “no era Madero un iluso ingenuo, como afirmaban muchos críticos de la época, ideo organizar otro ejército de 100,000… maderistas… compró armas y hasta dispuso un pedido de aviones… con su gran visión pensó en que la aviación sería un arma decisiva en lo futuro. Tampoco gobernó a su gusto” continua Taracena “con lo menos maleado del porfirismo. Lo que sucedió fue que la Revolución no contaba con suficientes hombres experimentados, todos eran jóvenes improvisados” ( 21 ).

“Pasan los meses y ¡entre cuantos negros presagios de tempestad llega la República al año de 1913!” exclamaba Taracena mientras comenta logros y avances republicanos bajo el régimen de Madero; “honesto hasta el detalle”, incluye también en su crónica las reuniones clandestinas de diferentes grupos que, desde el otoño de 1912, se dan en ciertos domicilios “donde se entra a obscuras de uno en uno”… como aquella que destaca por participantes… “El 7 de octubre acuden a la casa del Gral. Huerta a una cuadra del Árbol de la Noche Triste, en Popotla, Tacuba, los conspiradores Rodolfo Reyes, Samuel Espinosa de los Monteros y David Reyes, a quienes Victoriano dice a propósito del Gral. Bernardo Reyes, encarcelado… mireno yo quiero al Gral. Reyes y lo respeto… yo jalo si los otros jalan, porque la verdad (y carcajada) no quiero meterme entre las patas de los caballos… las pezuñas de El Chaparro (Francisco I. Madero, presidente) me parecen blandas pero Ojo Parado (Gustavo, su hermano) las tiene duras…” ( 21 ).

¿Y a todo esto dónde está Aureliano Urrutia? Sería correcto suponer que, ¿cómo vecino de José Juan Tablada y compadre de Huerta está “el Doctor” al margen de los acontecimientos? ¿de las opiniones? ¿de las intrigas y de los planes? Aunque no hay registros sobre esto, es muy difícil de creer que Urrutia estuviera al margen, habida cuenta de la cercanía entre los tres. Los dos vecinos y el compadre, eran producto del acercamiento cotidiano, de cuates pues… recordemos que de hecho, Tablada se había ido a vivir a Coyoacán por Aureliano.

“una de tantas mañanas, como el Dr. Urrutia me interrogara sobre lo que iba yo a hacer a mi llegada de la Metrópoli y yo le dijera que iba a comprar alfombras para mi casa, el Doctor sonriendo me preguntó: ¿y cómo va Ud. a pagar por metro cuadrado de alfombra?… satisfecha su curiosidad”, continúa Tablada su comentario, “Urrutia sugirió que… por la tercera parte de lo que va Ud. a pagar por metro de alfombra puede Ud. comprar en abonos y cerca de mi sanatorio, un metro cuadrado de terreno… las alfombras… son nidos de gérmenes y microbios y se gastan en poco tiempo, mientras que el terreno donde Ud. podrá construir su casa propia subirá siempre de valor…” “Notó el Doctor mi entusiasmo… con tal resultado que, en vez de ir al almacén de alfombras me encaminé a la oficina de Rivera y Carrillo, populares (sic) de entonces (y) compré para pagar a plazos los tres lotes de terreno al borde de la calzada de Coyoacán a Churubusco, donde más tarde habría de edificar mi buen retiro, la casa con biblioteca y jardín… No bien supo el Dr. que era yo propietario… cuando me envió como obsequio una buena cantidad de pinos de la montaña y sauces de Xochimilco” ( 18 ).

Así como Aureliano Urrutia era amante de la cirugía, a la que se entregó totalmente de por vida, José Juan Tablada era amante prolijo del buen escribir y gracias a ellos contamos con crónicas de su amistad con Aureliano. No era raro que se le viera con frecuencia en la casa del doctor “Fui a México –desde Coyoacán, pueblo lejano– en auto con el Sr. Eduardo González, que al verme frente al Sanatorio Urrutia me habló por mi nombre… y se ofreció amablemente a llevarme en su pequeño Cadillac…” ( 18 ).

En otras ocasiones, los dos vecinos, Aureliano y José Juan hacen el viaje a la ciudad de México en el auto del primero y sin duda alguna, intercambian opiniones personales sobre políotica, arte, ciencia. “Con la fresca de la mañana salíamos bordeando el histórico Convento de Churubusco y dejando atrás los pueblecillos del camino, Portales, Ladrillera y el Barrio de San Antonio Abad. Llegábamos a la Metrópoli en medio de animadas pláticas en las que siempre admiraba yo el claro talento y el peculiar sentido humorístico de mi gran amigo y vecino…” ( 18 ).

Vinculado por la cotidianidad y los mutuos intereses de diverso orden, que incluían una inclinación a la vida castrense producto de klos años en el Colegio Militar, Huerta, Urrutia y tablada contaban y aprovechaban su gran red de relaciones públicas, diríamos hoy en día. Red de relaciones en cuyo corrillos se debe haber comentado sin duda, que el Dr. Aureliano fungía ya como un verdadero consejero ex oficio de Huerta y que este le consultaba todo inteligente doctor, su compadre, amén de “ser su médico de cabecera.” Fue en este carácter, que Huerta pasaría algunos días por allá de octubre de 1913 en el Sanatorio Urrutia “para curarse los ojos”, después de llegar enfermo como resultado de la campaña contra Pascual Orozco en el norte del país. Durante esos días de hospitalización, seguramente no pasó sin comentario entre compadres el hecho de que cuatro meses antes –junio 21– el Centro Antireeleccionista había propuesto a Urrutia como Diputado, es decir, el doctor ya le quería entrar a la polaca grande ( 21 ).

Constituidos en el núcleo de esa red de relaciones sociales Huerta, Urrutia y tablada tenían como elemento aglutinador principal, sus añoranzas de “la belle epoque” porfiriana y la antipatía que sentían por Madero y se régimen, aunque seguramente esa antipatía se vería matizada, por sus propias personalidades en esos meses previos a la Decena Trágica. Huerta, no hay que buscarle mucho, sintiéndose apoyado por Wilson se inclinaría por eliminar a Madero aunque para ello tuviera que mentir, Tablada, seguramente, no aprobaría ese destino ya que, aunque crítico y sarcástico, se declaraba “absolutamente carente de instintos bélicos homicidas” ( 18 ). No sabemos con precisión el sentir de Aureliano en los aciagos días de finales de 1912 y principios de 1913, pero podemos inferirlo de un texto suyo muy revelador, “Andando el tiempo el Gobierno de Madero se volvió un horrible desbarajuste… una pesadilla para la Patria. En medio de una anarquía espantosa el Gral. Orozco enarboló la bandera de la Revolución y en la batalla de Rellano acabó con lo más florido del Gobierno maderista (sic)… sobrevivieron Blanquet y el Ministro de Guerra que moriría pocas horas después lleno de vergüenza por la derrota… Orozco no se apoderó de la Ciudad de México por falta de audacia. El presidente Madero se echó (entonces) en brazos de Huerta como un náufrago moribundo… Huerta acabaría después con los enemigos del maderismo… y regresó a México triunfante… aclamado como el héroe de esa época ( 2 ).

“Sobran documentos” continúa elaborando Aureliano Urrutia, “para demostrar que toda la nación pidió con exigencia, que Huerta tomara las riendas del Gobierno para acabar con la farsa maderista…” en cambio entre los opositores “que rodeaban a Madero, el celo, la envidia y la intransigencia, acabaron por convencer al Presidente de la necesidad de desaparecer a Huerta quitándole desde luego el mando de la División del Norte… en forma tan grosera y humillante…” apunta Aureliano, “que meses después, Huerta… rodeado de desgracias, fue llamado al teléfono por el Ministro de Guerra de Madero… (quien le dijo)… hermano: te comunico confidencialmente que el Presidente puso en libertad a Villa hoy… para asesinarte.”

“Huerta, se refugió entonces en el Sanatorio de Coyoacán y me suplicó lo acompañara a la casa del Vicepresidente… quien nos recibió y con mucha clama dijo al Vicepresidente: el Ministro de Guerra acaba de comunicarme que Villa ha sido puesto en libertad para asesinarme y vengo a darle a Ud. las gracias y hacerle saber que, si alguna vez alguien piensa colgar a Ud. o al Sr. Presidente, puedan tener la seguridad de que habrán de saberlo, como yo, 24 horas antes de que suceda. Y así fue. Con todos los antecedentes…” escribe Aureliano un tanto asombrado, “nunca me he podido explicar, ni recurriendo a la patología, como fue posible que el Presidente Madero designara al Gral. Huerta, Jefe absoluto por encima del Ministro de Guerra y de todos los poderes de esa época en los momentos más trágicos de su vida” ( 2 ).

“Han tratado de asesinarme dos veces, teniéndome preso todo el día” había dicho Huerta en cierta ocasión a Ramón Prida y después de pedirle consejo sobre qué hacer con el ex presidente Madero, ya presentada su renuncia, llegaron a la conclusión de que sería bueno “enviarlo fuera del país o colocarlo en un manicomio…” mismo dilema que sometía sistemáticamente a la consideración del propio Embajador Lane Wilson, llegando Prida a la convicción de “que fue Henry Lane Wilson el investigador del asesinato de los Sres. Francisco Ignacio Madero y José Ma. Pino Suárez” ( 28 ). Sería deseable poder analizar algún día, los documentos personales de Lane Wilson depositados en los archivos estadounidenses y conocer más de sus puntos de vista, toda vez que Victoriano en su ruta automovilística a su domicilio en Popotla, por el rumbo, solía detenerse en el domicilio del primero, bella residencia sobreviviente en forma de un “Restaurante Toks”, en lo que hoy es la esquina de avenida Insurgentes y Rivera de San Cosme y ahí muy tranquilos, Huerta y Wilson –tiene hasta rima– quizá intrigar mientras bebían sus Martell Medallion VSOP

El doctor Urrutia, frecuente consejero de su compadre Huerta, como ya se dijo, ha quedado directamente implicado por lo menos como coautor instrumental, en el crimen contra Madero: “desde Brooklin escribe hoy –agosto 13 de 1914– el Licenciado don Toribio Esquivel… comentando una nota de El Radical, de la Ciudad de México del 28 de julio anterior, en la que informa… yo se que el doctor Urrutia dijo en París que Huerta había pagado 18 mil pesos a los soldados y oficiales que formaban la escolta que condujo a Madero y a Pino Suárez a la penitenciaría y que, como no tenía a su disposición Huerta la tesorería, había tenido necesidad el mismo Urrutia de prestar ese dinero…” ( 21 ).

En esas semanas previas a la Decena Trágica y la muerte de Madero, la reiterada interrogante de qué hacer con él se planteaba aquí y allá y no sería descabellado suponer como hipótesis que era el propio Aureliano quien estaría detrás de los aspectos prácticos de recluir a Madero en un manicomio. Recordemos que recién se había inaugurado el manicomio de “La Castañeda” en Mixcoac, construido por Félix Díaz precisamente y que ésta idea de reclusión pudo haberse manejado realmente como una alternativa; ¿Qué mejor opción que el “Rancho de la Luz” también conocido como “El Japón”, propiedad del mismo doctor y ubicado en el entonces lejanísimo y apartado rincón del canal Apatlaco en Xochimilco, junto al San Gregorio Atlapulco de principios del siglo pasado? ¿No hubiera sido ideal para apartar a Madero del centro de la vida política, social y cultural trasladándolo subrepticiamente a esa especie de “Gulag” o “Siberia” aislado de todo y de todos? Algunos de los viejos habitantes del lugar donde estuvo el citado “Rancho de la Luz” (y del cual actualmente solo queda el punto conocido como “Puente de Urrutia”) hasta hace pocos años aun recordaban que “esa, la otra propiedad de Urrutia” –diferente a su Sanatorium de Coyoacán– “estaría destinada a la atención de enfermos mentales y no a la cirugía”… ( 30 )

7. CIEN DÍAS DE CIRUGÍA SOCIAL Y TERROR.

Llama la atención que siendo huertistas a ultranza, defensores del régimen del usurpador y uno de ellos –Tablada– muy prolífico escritor, ante tanta cercanía y cotidianidad con Aureliano, no incluya aquel mención alguna en su “Diario” sobre el ascenso del doctor al cargo de Ministro de Gobernación del 2° Gabinete del Gral. Huerta. En efecto, la cuidadosa edición de Guillermo Sheridan para la UNAM, del “Diario” de Tablada correspondiente al periodo 1900-1944, no transmite registro alguno del ascenso a cargo tan importante de su “vecino y amigo”, que tuvo lugar el 13 de junio de 1913; sólo hay una nota críptica: “Entrevista con el Dr. Urrutia y J. Asúnsolo”, que corresponde al 14 de mayo, es decir un mes antes, y más adelante un “El Dr. Urrutia ha dejado de ser Ministro en el Gabinete del Gral. Huerta”, correspondiente al 13 de septiembre de 1913. Tan dedicado a las reiteradas alabanzas del régimen del usurpador y a la personalidad del mismo, siempre bajo sueldo, cargos y prebendas, es curioso que comente al dejar Urrutia el cargo… “Yo ya perdí mi posición en El Imparcial por defender los intereses políticos del Doctor (y) me encuentro ahora comprometido y sin haber recibido de mi amigo Ministro más que un parsimonioso subsidio para escribir mi libro sobre la División del Norte…” ( 18 ).

Pero regresemos un poco para preguntarnos ¿Cuál sería el ambiente político inmediatamente precio al nombramiento del Dr. Aureliano al cargo de Ministro de Gobernación en junio de 1913? Después de la Decena Trágica y los hechos de todos conocidos que culminaron en el asesinato del Presidente y Vicepresidente (atribuidos en ultima instancia, reiteremos, a una decisión de Huerta que trató de enmascarar, bajo instigación del Embajador Wilson) la Nación entró en una etapa de indagación de lo sucedido. Ministros, autoridades y sus allegados fueron llamados a cuentas. Uno de ellos, por ejemplo, fue el mismo Ministro de Gobernación, Ing. Alberto García Granados que en su momento, declararía sin titubeo alguno al respecto: “Cuando yo había dejado de ser Ministro de Gobernación en el 1er Gabinete de Huerta, éste echó mano de su compadre Aureliano Urrutia para hacerse cargo de la cartera de Gobernación del 2° Gabinete…” y en las crónicas de ese periodo efectivamente, no llamó la atención el nombramiento del compadre de Huerta toda vez que era de todos conocido su compadrazgo y cercanía. Se dejaron pasar los rumores de que para el pago a la escolta que llevó a Madero a la Penitenciaría para asesinarlo, Urrutia había prestado el dinero en efectivo y hasta se llegó a expresar cierto optimismo con su llegada al cargo. Se abandonaron también buenas posibilidades para su gestión, habida cuenta de sus atributos de “persona honesta e inteligente” con los que un sector importante de la opinión pública caracterizaba al Doctor ( 21 ).

No obstante, una semana después de haber sido nombrado Aureliano Urrutia al cargo –junio 20 de 1913– ya se menciona que “han desaparecido el Diputado suplente Edmundo Pastelín y un Sr. Adame Macías, por lo que acudieron ante el Ministro de Gobernación –Doctor Urrutia– los Diputados Luis Manuel Rojas, Alardín, Nieto y Gurrión… ¿Qué temen que les suceda? Interrogó Aureliano… ¡Que se les haga desaparecer! Respondió Alardín. Urrutia expresó entonces que se sabía que varios diputados estaban en connivencia con los rebeldes, pero que en nada se les molestará… porque seguramente se les enviará al otro mundo cuando menos se lo esperen” (sic) ( 21 ). Esta amenaza no tardaría mucho en verse cumplida, no solo en el caso de Pastelín, sino en el de Gurrión, Rendón y varios más.

“El primer sacrificado por el Gobierno del Gral. Huerta, lo fue don Edmundo Pastelín, diputado suplente por el distrito de Tuxtepec, estado de Oaxaca y empleado de la casa de Samuel Ramos de México. El Sr. Pastelín, a quien se imputó ser jefe de una conspiración contra el Gobierno, fue aprehendido al llegar a su casa la noche del 11 de junio y fusilado, sin información de causa, en la Penitenciaría de México dos días después,” nos dice el Lic. Prida en su obra ( 32 ) y agrega después de manera contundente “Ante las insistencias del rumor público, declaró el Gobierno que el Sr. Pastelín había sido puesto en libertad y probablemente había huido temiendo que le resultaran nuevas responsabilidades. Poco después declaró el Sr Pastelín había perecido al frente de una partida de rebeldes en el Estado de Tabasco y había muerto en un encuentro con las fuerzas federales. Así ha procedido (también) en otros casos como el Sr. Pastelín y por supuesto todo es mentira… personas que presenciaron el fusilamiento del Sr. Pastelín en la Penitenciaría me refirieron el hecho y todos los detalles de su ejecución”.

“Poco después, el 7 de julio de 1913, era aprehendido en su despacho el Sr. Pablo Castañón y remitido a Iguala, donde lo fusiló por orden del Gobierno y sin juicio de ninguna clase, el Coronel Reynaldo Díaz. El 14 del mismo mes eran pasados por las armas, por denuncia que hicieron los hermanos Oznaya, enemigos personales de los acusados, los Sres. Jesús Velásquez y Domingo Juárez, jueces de paz del pueblo de San Pedro Mártir. Se les acusó de estar en connivencia con Zapata y de ser los intermediarios para que se proveyeran de parque a las fuerzas rebeldes de Morelos. Negaron toda participación en el asunto y los habitantes del pueblo defendieron a sus autoridades, pero el Gobierno fue inflexible y aunque no pudo probarles ningún cargo, ni fueron sometidos a procedimientos judiciales, pues sólo se hizo una averiguación informal en las oficinas de la policía, fueron sin embargo ejecutados en las cercanías del Ajusco.” ( 32 )

en los que serían después los famosos “100 días de Gobernación Urrutia” –verano y otoño de 1913– se le imputaron, entre otros hechos, órdenes directas para la liquidación de los diputados Serapio Rendón, Adolfo C. Gurrión y Belisario Domínguez en el marco de una gestión ministerial y de gobierno altamente represiva, habiéndose llegado al extremo, según vox populi, de cortarle la lengua al ultimo mencionado.

La gravedad de las imputaciones y sus consecuencias para el país, a nivel nacional e internacional, nos inducen a examinar con más detalle las crónicas de esta página de terror de nuestra historia de la Revolución, cuando la gente opuesta al régimen del usurpador Huerta simplemente desaparecía sin dejar huella… con décadas después sucedería durante los años de Hitler en la Alemania Nazi.

Entonces se giraban instrucciones para prender personas “peligrosas para la seguridad nacional” que no debían ser inmediatamente ejecutadas, sino simplemente desaparecidas y con discreción, es decir, sin dejar rastro alguno. Acorde al programa nazi respectivo no debía proporcionarse información de ninguna clase a familiares ni a nadie ( 33 ) Pasados los años de la pesadilla del III Reich, en los archivos de la policía secreta se encontrarían muchos expedientes personales marcados “N N”, “Nach und Nebel” o lo que es lo mismo Noche y Niebla remarcando la necesidad de mantener secreto hasta el lugar de la ejecución de esa persona. Se estima que fueron unas 90 000 personas las que desaparecieron bajo este régimen de terror de seis años en los territorios invadidos por los alemanes. Este programa que buscaba “desaparecer personas como en una noche con niebla” merecía tiempo después ser llevado al cine por el gran maestro francés Alain Resnais.

“Nuestra versión local de gobierno por el miedo durante el huertismo, fue llevada a cabo por Urrutia”, escribe el eminente jurista Ramón Prida en un capítulo de su obra ( 32 ) y de quien, por lo importante de su testimonio, subrayamos antecedentes curriculares someros ya que en la nota correspondiente de la Enciclopedia de México, la mención a Prida ocupa media página de logros personales y familiares; su linaje incluye, por ejemplo, al abuelo, secretario y yerno de Benito Juárez. Gran penalista, industrial y promotor, fue socio de Víctor Rendón, hermano de Serapio… “Mucho le debe el país a Ramón Prida”, ha dicho de él Joaquín Méndez Rivas, ex director de la Biblioteca Nacional”, aunque también se le ha incluido entre los intrigantes contra Madero ( 22 ). Describe Prida con detalle “El Reinado del Terror” durante 1913 en diez páginas de su libro. Un capítulo empieza señalando: “La entrada del Doctor Aureliano Urrutia en el Ministerio de Gobernación no fue precisamente el comienzo de la política del terror, pero sí se exacerbaron los atentados, al grado de que el público había llegado a asociar el nombre del Ministro Urrutia con tales medidas.” En este marco describe el autor los casos del diputado Pastelín, del Sr. Castañón, de los Sres. Velásquez de Juárez, del Mayor López Neico, del Senador Belisario Domínguez, de Solón Argüello y de muchos más, todos “desaparecidos sin información de causa ni juicio”. Por obvias razones de relación profesional con su asociado Víctor, hermano de la víctima, la obra de Prida se detiene particularmente en el caso del Diputado Don Serapio Rendón ( 32 ).

Aprehendido la noche del 22 de agosto de 1913 por agentes de Gobernación “al salir de una visita en la casa de la Sra. Clara Scherer –abuela de don Julio, fundador de la revista Proceso– fue conducido, maniatado y amordazado, en un automóvil a la vecina ciudad de Tlalnepantla, donde el Jefe de un regimiento de Rurales Felipe Fortuño Miramón lo mató”. De las diversas versiones sobre la muerte de este diputado, Prida reproduce con lujo de detalles la que más se ajustaba a las evidencias transcribiendo finalmente el comentario de un Mayor del Ejército que participó en los hechos y que al término de su relato sobre el asesinato, dijo al hermano del Diputado Rendón: “su hermano de usted, fue el ciento cuatro de los fusilados en Tlalnepantla por orden del Ministro de Gobernación Urrutia”… ¡cien días de Ministro y ciento cuatro opositores eliminados!

“El señor Urrutia se había propuesto afianzar al General huerta por medio del terror creyendo, como Robespierre, que la sangre humana lava todas las culpas y une todas las fuerzas”, señala Prida, lamentando que entonces “en México fuera suficiente una denuncia y al criterio del Ministerio de Gobernación quedaba el resto”. El autor procede en su obra a señalar más desapariciones en ese sentido. El caso del también diputado, Adolfo C. Gurrión, fusilado según evidencias, por órdenes de Urrutia el 17 de agosto de 1913 en las cercanías de Juchitán, Oaxaca, ocupa no solo espacio en la importante obra de Prida sino un capítulo completo en otra que, en edición facsimilar, relata aún con más realismo y detalle que Prida, lo que fue el régimen de Victoriano Huerta ( 34 ).

De la misma manera que en la Alemania nazi, eventualmente se encontraría el archivo político correspondiente que sacaba a la luz pública el terrible programa “N y N”, entre nosotros también se encontraría la evidencia escrita en contra del Dr. Aureliano Urrutia que en forma de archivo personal y copias de telegramas originales con instrucciones directas, fueron encontrados, cuando huyó hacia Veracruz en 1914. el hallazgo del archivo de referencia, multicitado por los analistas de la Revolución Mexicana, es ubicado por el escrupuloso cronista de la Revolución a quien nos referimos antes, Taracena ( 21 ) cuando señala que “el 19 de septiembre de 1914 publica la prensa el descubrimiento del archivo particular del Dr. Aureliano Urrutia en una accesoria marcada con la letra B de la Calle de Sta. Teresa” –hoy Guatemala– y agrega “ya comienza a ser revisado en el Gobierno del Distrito”.

Aunque es evidente que en aquella época no se contaba con videos como evidencia político—televisiva de cobertura nacional y en horas pico, relativos a la comisión de delitos, gracias al hallazgo del “archivo Urrutia” y al estudio de los documentos contenidos en él, ha sido posible seguir en secuencia cronológica, por ejemplo, como se cometió el asesinato del Diputado Gurrión en Oaxaca, intelectualmente dirigido a control remoto, desde el Ministerio de Gobernación en la Ciudad de México ( 35 ). Un primer telegrama señala “Julio 26 de 1913 –Señor Gobernador del Estado de Oaxaca– Hay noticias en esta Secretaría de que los Señores Diputados Crisóforo Rivera Cabrera y Adolfo C. Gurrión son los iniciadores y promotores del levantamiento que se trataba de efectuar en Tehuantepec. Sírvase Ud. tomar las medidas conducentes y ya sabe Ud. que la mente del Ejecutivo es que se cumpla y aplique exactamente la ley en estos casos”; firma Urrutia. Una serie de eventos que precedieron la muerte del Diputado, hasta el que se recibió el 20 de agosto de 1913. –Dr. Aureliano Urrutia.– Ministro de Gobernación –México– “Jefe Político de Juchitán informó que por orden de usted se aprehendió al Diputado C. Gurrión y se entregó al Jefe de la Zona Militar; parece que dicho Diputado fue pasado por las armas, aunque de esto no tengo noticia exacta. Comisión Permanente Congreso de la Unión, pidióme ayer por telégrafos informe sobre la detención y situación de Gurrión y me he limitado a informar hoy que por queja de la señora Juana C. Vda. De Gurrión que denunciaba aprehensión y asesinato mandé al Jefe Político consignar el asunto a la Autoridad judicial competente y que esperaba informe circunstanciado para poderlo transmitir a la Comisión Permanente. Al ponerlo en conocimiento de usted suplícole me indique si tiene algo que participar, que decirme. M. Bolaños Cacho. Al respecto de lo cual contestó Urrutia en la misma fecha”. “México, 20 de agosto de 1913. –Señor General Lauro F. Cejudo –Jefe de las Armas San Jerónimo, Oaxaca. –Si acaso fuere requerido para dar informes sobre Adolfo C. Gurrión, sírvase indicar que tanto este Diputado como Rivera Cabrera, habían sido directores revolucionarios del motín de Tehuantepec; que con tal motivo la Secretaría de Guerra dio órdenes de aprehensión; que después de sofocado el motín estos Diputados se ocultaron en la hacienda San Cristóbal y que como todo los reos aprehendidos en dicho levantamiento declararon aquí que se habían levantado a instancias de dichos Diputados, cuando Gurrión fue aprehendido se nombró escolta para conducirlo a esta Capital, y según el parte que rindió esta Secretaría, diga que una partida de bandoleros asaltó a la escolta cuando lo conducían aquí, quedando muertos él y un bandido que traían de Santa Lucrecia”; firma Aureliano Urrutia.

No hay duda alguna de que, desde diferentes perspectivas, el régimen de Huerta con Urrutia en Gobernación, se veía como un régimen verdaderamente atemorizante. Al respecto y en caso de existir dudas en el lector, proporcionaremos una muestra más, contando con los relatos de los Sres. Miguel y Spencer Lara Ruiz, a propósito de la zozobra y los sucesos que derivaron del cuartelazo de 1913 y la usurpación de Huerta; ellos nos relatan que, “Mi padre, el Sr. Isidro Lara, era impresor de oficio y… también se lanzó a la lucha, no con las armas sino con la palabra escrita. A la caída de Madero editaba un periódico subversivo al que llamó El 30-30. El ambiente en ese momento era muy difícil; había una vigilancia extraordinaria y tenían que cuidarse mucho de lo que hablaban y de no ser escuchados porque había soplones por todas partes. En esas fechas uno no podía hablar nada sobre la Revolución, había mucha policía reservada; por eso todo era velado, clandestino”. Detenido en su casa, que fue cateada, el Sr. Isidro Lara fue interrogado acerca de sus “hojitas subversivas y puesto a disposición de Urrutia –hombre adusto–. Lara fue enviado a la Penitenciaría el 6 de septiembre de 1913…” y su relato completo, sobrecogedor y angustiante, explica su liberación milagrosa después de unos días de haber estado detenido, “Pensaba que estaba soñando, nadie creía que me había salvado. Los mismos licenciados que habían tomado mi caso quedaron sorprendidos cuando supieron que estaba libre, porque se decía que de Urrutia no había quien se salvara. Todos los revolucionarios que por alguna razón caían prisioneros, él los condenaba a muerte…” ( 36 ).

La mano pesada del doctor Urrutia en efecto, también ha quedado claramente evidenciada en la obra “clásica” de represión y violencia durante el régimen usurpador, el libro de Mellado, que sin lugar a dudas, lo incrimina en varios asesinatos, como el del Sr. Mariano Duque, joven maderista radical y opositor de Huerta que después de una serie de episodios, sería prendido finalmente por el Ministro Aureliano… “Camino del cementerio viejo (de Atzcapotzalco) se escucharon varias detonaciones y Duque quedó sin vida… sus asesinos, Pardavé, José Hernández El Matarratas y otro agente, después de entregar el cadáver al sepultero, regresaron a esta capital hablando bien de lo espléndido que era el doctor Urrutia… al salir del Ministerio de Gobernación, se les había dado a los agentes una gratificación por su trabajo” ( 37 ).

Otro testimonio popular a propósito del despotismo de Aureliano, no se queda atrás de los ya señalados: Rosa Ma. Pérez Bonilla, vecina del entonces lejano pueblo de Coyoacán, frente al Panteón Xoco –hoy día costado sur de la Cineteca Nacional, Av. Cuauhtémoc y Río Churubusco– nos recuerda que “en ese tiempo –1913– el Río Churubusco, que sí lo era, tenía tres puentes de piedra, el de Av. México, el de Axotla y el de Xoco y en este sitio, durante las noches, se escuchaba que llegaban coches (en aquel entonces era una rareza escuchar el ruido del motor de los automóviles) que con sus fanales prendidos alumbraban la pared del Panteón y se escuchaban los disparos de los fusilamientos ordenados por Huera o por su ministro de Gobernación, el doctor Aureliano Urrutia, quien vivía y tenía su sanatorio privado en la calle de General Anaya… No todos esos crímenes salían a la luz pública, pues muchas personas opositoras al régimen, simplemente desaparecían sin dejar rastro” ( 38 ).

Ese temperamento inflexible y autoritario hacia toda disidencia de las políticas neoporfiristas de Huerta, con que se reconocía a Urrutia en los niveles populares de la sociedad, coincide con las opiniones de personalidades destacadas en la vida nacional. Una de ellas no la ha transmitido el propio Oscar Urrutia Tazzer, hijo de Aureliano, en su valiente y conmovedor libro sobre algunos de sus recuerdos… “en aquel viaje habíamos hecho amistan con un gran mexicano contemporáneo suyo”, (es decir de Aureliano) “los juntamos, se vieron largo rato. Se abrazaron apretado. Uno un gran músico, el otro, un gran médico. Misma generación, mismas relaciones, ampliamente conectados en la esfera política, mil veces juntos en las mismas reuniones. Se dijeron uno al otro con reproche: . Fíjese lo blanqueado que se ha puesto, se ve lechoso, ¿dónde está ese porte altivo que lo caracterizaba cuando iba usted montando un caballo entero por las calles de Xochimilco?, en aquel momento usted imponía. Pero ahora ¿qué?, no me diga que ya se le quitó lo bronco. Nomás eso nos faltaba. ¡La raza no se pierde señor seamos serios!” ( 71 ). En otras ocasiones lo pormenores referentes a los casos de personas fusiladas o desaparecidas eran del dominio público, como fue, precisamente, el caso del senador chiapaneco Dr. Belisario Domínguez quien “Había enjuiciado la legalidad de la presidencia de Victoriano Huerta… los días 23 y 29 de septiembre de 1913 trató de leer dos discursos alusivos, en el recinto del Senado; como no le fue permitido hacerlo, los imprimió e hizo difundir ampliamente.” Aprehendido en el Hotel Jardín (hoy día Balderas e Independencia) se dice le fue amputada la lengua y colocada por el doctor en un frasco con formol, después de lo cual la mostró al secuestrado y le dijo ¡a ver, ahora habla! Mutilación que causó la muerte por desangramiento del Senador” ( 20 )

Versión ligeramente diferente del asunto la presenta el señor Pulido Silva quien señala con respecto a Belisario Domínguez “El patriota médico y político chiapaneco, que a la muerte de Madero luchó contra Victoriano Huerta… los días 23 y 29 de septiembre de 1913 iba a pronunciar dos discursos contra el usurpador y no se le permitió por lo que los imprimió y distribuyó por su cuenta. Pedía la renuncia de Huerta. El 7 de octubre por la noche se le aprehendió en el Hotel Jardín y fue llevado a Coyoacán al Sanatorio del Dr. Aureliano Urrutia, donde según los viejos, tenía su cementerio particular, el por otra parte eminente médico, en el local que hoy ocupa la Fundación Mier y Pesado en la calle de General Anaya. Ahí le cortaron la lengua y tuvo una muerte espantosa. Huerta disolvió el Congreso dos días después y encarceló a noventa diputados. Urrutia era el ministro de Gobernación de Huerta” ( 38 ).

Ha sido este último caso, el de Domínguez que por cierto también era médico, el que verdaderamente creó una leyenda negra en torno del Dr. Aureliano Urrutia y su “Sanatorium”, aunque no hay plena coincidencia entre las diferentes versiones del mismo hecho. Nos preguntamos si podría haberla toda vez que es del tipo de hechos de los que comúnmente no se levantan actas in fraganti.

Elementos adicionales sobre el crimen imputado a Urrutia se conocen a través del libro de una de los descendientes de Belisario –Doña Leticia Román– ( 40 ) quien llama a consideración del caso con nuevos detalles. “No bien terminaba de prepararse el doctor para el descanso nocturno, cuando oyó pasos que se acercaban a su habitación… son los esbirros de Huerta que ha decidido hacerlo desaparecer del mundo de los vivos. El doctor se enfrenta valientemente a ellos y es sacado con violencia y a medio vestir de su habitación… son los esbirros de Huerta que ha decidido hacerlo desaparecer del mundo de los vivos. El doctor se enfrenta valientemente a ellos y es sacado con violencia y a medio vestir de su habitación, envuelto en un sarape. Se detiene el prisionero y pide al velador le avise a su hijo, que lo llevan los de la Reservada; el grupo que sale a la calle se reúne con más individuos, se dividn en dos y suben a sendos automóviles de la Presidencia de la República; van al Café Colón, donde hablan personalmente con Huerta preguntándole si son éstas sus órdenes. Sí hombre, yo lo ordené contesta el Chacal y los dos vehículos parten por la Avenida Juárez, Reforma, Calzada de Tacubaya, hasta llegar a la comandancia militar de Coyoacán; otros tiempos, otras calles, otras rutas… se les une el jefe Francisco Olvera Montes. El doctor ha sido maltratado todo el trayecto, su sarape está manchado de sangre que mana del rostro herido. Los asesinos están enfurecidos ante la calma del prisionero que no emite ni una sola queja. Al llegar a la entrada del panteón de Coyoacán se bajan los ocupantes de los autos, rodean al doctor y se internan con él al recinto donde se encuentran con el encargado Alejandro Pérez alumbrado con una linterna… es cuando uno del grupo, Quiroz ordena al Matarratas que dispare sobre el senador, pero lo hace primero Gabriel Márquez; cae herido el doctor y Quiroz dispara sobre el caído dos tiros más. Desnudan el cadáver y lo entierran huyendo todos rápidamente”.

“José Hernández Ramírez, apodado el Matarratas, cavernario criminal”, era el encargado de eliminar a los incómodos contestatarios de esta terrible época de la represión huertista, fuere por sus órdenes directas o por las de Aureliano; aparece señalado el 28 de julio de 1914, como el asesino responsable de varios de esos crímenes que finalmente “confesaría ante sus jueces –tomado preso a raíz de algunas denuncias de deudos– que él mató al Gral. veracruzano Rafael Tapia a quien sacó, con otros agentes, de la prisión de Santiago Tlatelolco, la noche del 1° de noviembre de 1913 y lo condujo al Panteón de Coyoacán donde le disparó con su pistola y lo enterraron. Cuando se presentan su aprehensores “el Matarras” trata de huir, pero los policías le disparan y entonces él se hinca y exclama: ¡papacitos de mi vida! ¡no me maten! ¡diré todo!”( 21).

Así como en música suelen darse diferentes interpretaciones, según diferentes ejecutantes de una misma obra –variaciones sobre un mismo tema– sobre el crimen de Belisario se podría hablar también de variaciones sobre un mismo tema (aunque fúnebre en este caso ,por supuesto). El diplomático Luciano Alexanderson Joublanc presenta en su libro Belisario Domínguez la siguiente interpretación: “El pueblo está seguro de su Héroe civil Belisario Domínguez, murió por hemorragia lingual, mutilado de la lengua (por la boca del pueblo habla Dios). Esta versión proviene” continua Joublanc “de la revista El Soldado, año VIII, 4-5, 1932 que informa literalmente: “Belisario Domínguez es llevado por los esbirros al sanatorio de Aureliano Urrutia en Coyoacán en donde lo sientan a la fuerza en un banco giratorio y lo sujetan ahí fuertemente; es cuando Urrutia le dice: -¿Ve en que líos está metido compañero? ¿No se lo advertí? ¡Pues tendrá que pagar las consecuencias! Esa lengua viperina no volverá a decir majaderías… y con un filoso bisturí, de un solo tajo, le cercena la lengua después de abrirle la boca con instrumentos especiales. Con brutalidad es empujado sobre una cubeta de peltre blanco para que no manche el piso, la cual brota a raudales de esta boca que jamás podrá articular palabra alguna. Cuan grande es el dolor y su debilidad, conforme se le va la vida. Del sanatorio al panteón hay pocos pasos, pero para un moribundo… ¡Que largo es el camino! Se unirá al Padre Eterno; cree verlo detrás de las copas de los árboles. Ya ha tropezado varias veces y caído en tierra; los esbirros lo arrastran de los hombros, dejando una huella de sus inertes pies.

Belisario Domínguez con los rasgos afilados, está a punto de morir, irá con el Inefable. Todavía quiere ayudar a los demás con un último mensaje pero el pensamiento se le nubla en la oscuridad de la agonía y en ese momento termina su vida” ( 39 ).

También con detalle y dramatismo intenso, el maestro Héctor R. Olea nos presenta su propia interpretación de los hechos señalando que “después de golpes y maltratos en algún lugar del panteón de Xoco, junto a Coyoacán, herido y maltratado por sus captores, se detuvo a Don Belisario al ser recibido el grupo por el Director Político de la Villa de Coyoacán, Mayor Olvera Montes y el camposantero Alejandro Pérez. “A jalones se le obligó a caminar hasta penetrar al portal frontero del cementerio; -¿Quién es el prisionero? –indagó el Mayor Olvera Montes– Es el senador Belisario Domínguez. –¿Qué hizo?– Llamó públicamente asesino al Sr. Gral. Huerta –informó Quiróz– Pues su lengua no volverá a pronunciar palabra alguna- comentó un recién llegado, que era nada menos que el Dr. Aureliano Urrutia, que tenía en aquella Villa su consultorio. El panteón por dentro tenía una pequeña capilla y dispersas alguna cruces negras –se acababa de abrir al servicio público– y esbeltos cipreses, además del local donde estaban las oficinas de la administración. Los policías de nuevo golpearon bárbaramente al Dr. Domínguez en el bajo vientre, sujetándolo y lo tendieron sobre una mesa de madera…” ( 41 ).

El libro de Olea procede entonces a dar una descripción detallada y espeluznante de los momentos que, según el autor citado, precedieron a la muerte de Don Belisario en la capilla del panteón y su enterramiento en algún lugar del cementerio después de asesinado a balazos. Señala para terminar, “Sobre la muerte del Dr. Domínguez corrieron en aquella época, varias consejas populares quizá inventadas por la presencia en el lugar del crimen del Dr. Aureliano Urrutia y su expresión –Pues su lengua no volverá a pronunciar palabra alguna- cosas estas tan poco comprobadas desde el punto de vista histórico. “En las constancias procesales publicadas en la época, no se encuentra cargo alguno hecho al Dr. Urrutia en relación con la muerte del Dr. Domínguez” escribe también Olea y agrega “ni en la primera investigación realizada en 1914, ni en el proceso de 1921, el certificado de autopsia publicado en los periódicos, alude a que el cadáver del Dr. Domínguez tuviera cercenada la lengua, tal vez debido a que permaneció siete meses y 22 días en contacto directo con la tierra”.

El valor de este último testimonio, el de Olea, estriba en el hecho de que su libro “fue por encargo del Sr. Lic. Manuel M. Moreno, Presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores” bajo la vigilancia del Patronato del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana. Por supuesto que hay quienes señalan que el crimen que nos ocupa en su parte de mutilación de la lengua en Domínguez, nunca tuvo lugar y que simplemente no sucedió. Esta es la opinión de Ruiz de Velazco, quien plantea la posibilidad mientras comete un lapsus interesante: “Llegó a decirse que el entonces Ministro de Gobernación, Dr. Urrutia, cortó la lengua al cadáver (sic) de Don Belisario” y agrega que “esto no fue generalmente creído, pues Urrutia, un sabio indio Xochimilca, era un eminente médico que ya en el destierro, en San Antonio, Texas, fue de gran fama por sus trabajos… pero la historia de la mutilación lingual concentró el odio que contra Huerta se había llegado a acumular entre los habitantes de la capital” ( 42 ).

Vale preguntarse entonces ¿Sobre que información factual se sustentó la imputación tan extendida? ¿Hubo evidencia legal posterior a los hechos que la afirmen o la rechacen? ¿A la fecha contamos con documentos mas allá de los simples rumores? En los registros correspondientes del Panteón Francés (de la Piedad), localizados por el autor de este texto y de los cuales dispone de copias simples, se encuentra un documentos que transcrito del libro de actas señala:
“En la Cd. de México, a las 10 de la mañana del día 25 (veinticinco) de agosto de 1914, el Juez que suscribe, hace constar que hoy recibió del Gobierno del Distrito (sic) un oficio y la copia certificada de una Acta de Defunción que a la letra dice: La República Mexicana, Gobierno del Distrito Federal, Sección 2ª, número 1127, rúbrica al centro: por acuerdo del C. Gobernador remito a usted para la inserción en los libros respectivos de ese juzgado, copia certificada del Acta de Defunción del Sr. Dr. Belisario Domínguez, cuyo cadáver fue trasladado a esta capital procedente de Coyoacán D. F. A efecto de ser inhumado en el Panteón Francés según manifiesta este Gobierno con fecha 13 del actual, el C. Prefecto Político de la expresada municipalidad –Constitución y Reformas– México, agosto 24 de 1914, Eduardo Ricoy, rúbrica, al C. Juan B. Cevallos Juez del Registro Civil encargado del Departamento de Defunciones; Presente. La copia es como sigue. Al margen: para certificados de las actas del Registro Civil del Distrito, de oficio, un sello azul que dice: para certificados de las actas del Registro Civil, sin derechos, otro sello azul que dice, Subdirección, ramos municipales, caja, al centro; en nombre de la República de México y como Juez del estado civil de este lugar, hago saber a los que la presenta… (ilegible) y certifico que es cierto que en el libro No. 69 del Registro Civil que es a mi cargo a la foja 273 presente, se encuentra asentada un acta del tenor siguiente, No. 110, confrontada, rúbrica, No. 685 Domínguez Belisario, heridas por proyectil de arma de fuego, Panteón Francés D.F., traslación en la Villa de Coyoacán a las 5 y ¼ (cinco y cuarto) de la tarde del día 13 (trece) de agosto de 1914 (mil novecientos catorce). Ante mí Luis Rivas Aréchiga, Juez del Estado Civil en esta municipalidad compareció el Sr. Ramón Domínguez, originario de Comitán, Chiapas, soltero de 25 años, empleado particular, vecino de la Cd. de México, en la casa No. 86 de la 5ª calle de Tacuba y exhibió un oficio suscrito por el Juez Menor de Mixcoac, D. F., que a la letra dice: sírvase usted ordenar sean reinhumados los restos del cadáver del que en vida se llamó Belisario Domínguez que se hallan en el panteón Xoco y quien falleció a consecuencia de heridas por arma de fuego, adjuntándole con el presente el certificado respectivo, suplicándole se sirva de emitirle copia autorizada del acta que levante el C. Juez Primero de instrucción de la Cd. de México, que es quien conoce del proceso relativo. –Protesto a Ud. mi consideración Libertad y Constitución –Mixcoac, agosto 13 de 1914. El juez Menor Carlos L. Ángeles –Ciudadano Juez del Estado Civil Coyoacán D. F. –Al margen un sello que dice Estados Unidos Mexicanos. Juzgado Menor de Mixcoac.– Memo 906 y un Certificado suscrito por el médico cirujano Antonio Butrón, en que consta que falleció a consecuencia de heridas por proyectil de arma de fuego penetrantes de cráneo, el Sr. Belisario Domínguez, de 50 años, viudo, médico cirujano, ignorándose el lugar y hora de la defunción…, procede el documento a terminar la redacción del acta con los datos generales del solicitante, rubricada por el Lic. Juan Cevallos, con fecha 19 de agosto de 1914, en la Municipalidad de Coyoacán.” La documentación se hace acompañar también de la “Orden de reinhumación de los restos en el Panteón Francés el 3 de octubre de 1914, solicitada por el Sr. Sostenes Domínguez de Bolívar 67”. Más adelante, los documentos señalan –oficio del Departamento del Distrito Federal del Encargado de la Administración de panteones, al Administrador del Panteón Francés– ordenando, con fecha 18 de mayo de 1938, “proceder por acuerdo superior, a exhumar los restos del Sr. Belisario Domínguez… a efecto de que sean entregados a la Srita. Herlinda Domínguez para ser trasladados a Comitán, Chiapas.”

Ni las obras de Magdaleno ni la de Román Celis han dejado testimonio de la mutilación lingual al senador Belisario Domínguez como tampoco la referida como clásica de la violencia durante el régimen del usurpador ( 37 ).
Recientemente Elena Poniatowsca, en ocasión de la presentación del libro “Ese Cuerpo que era Yo” del multicitado arquitecto Oscar Urrutia Tazzer, escribió en un diario de la capital de la República “Belisario Domínguez, chiapaneco, se hospedaba en el Hotel Jardín. Había ido a cenar con Hugo Scherer –abuelo de Julio Scherer García, director de Proceso– a su casa del Paseo de la Reforma como señalamos antes. Su maltratado cadáver, su boca sin lengua fueron encontrados en un panteón de Coyoacán. Algunos declararon que lo habían visto en el auto de Aureliano Urrutia, quien tenía un sanatorio en Coyoacán. El rumor se volvió acusación. La acusación exilió a Aureliano Urrutia…” ( 43 ).
Independientemente de que haya sido Urrutia personalmente y bajo propia mano el que cortó la lengua a Belisario, el régimen de terror que desarrollaba para sostener a Victoriano Huerta ha quedado respaldado por diversos testimonios, incluido el ya referido del conocido jurista Prida y no sólo por aquellos que, amparados bajo cierto anonimato conformaban una imprecisa vox populi.
Agreguemos otro más sui generis, el del Señor Fuentes Díaz que, en su revisión histórica de la Revolución Mexicana en el Estado de guerrero, consigna hechos que tuvieron lugar en el Sanatorio Urrutia ANTES del 7 de octubre de 1913, cuando el “caso Belisario Domínguez”. Refiérese este testimonio a lo tardío que llegaban las noticias del centro al estado mencionado, refiriéndose en particular a lo sucedido después de la “Decena Trágica” o “Cuartelazo de la Ciudadela” como le llama el autor. “El Congreso local se hallaba entonces en receso” nos dice Fuentes Díaz “y un grupo de diputados que no deseaban permanecer pasivos ante las primeras noticias de la usurpación de Huerta se unieron en un movimiento en contra de esta en el área de Chilpancingo. Antes de poner en marcha su plan, los conjurados decidieron hablar con don Ambrosio Figueroa, quien se hallaba en Chilpancingo gravemente herido de una pierna… fue entonces que “el Gral. Figueroa acudió a curarse a la Cd. de México, en donde lo atendió el Dr. Aureliano Urrutia. En el sanatorio en que fue internado, recibió la visita del Presidente Madero, quien de ese modo le refrendó su antigua amistad.” “habiéndose enterado don Ambrosio por la oportuna revelación de una enferma de que Urrutia trataba de complicar su mal y quizá hasta de provocarle la muerte, decidió escapar de las manos hábiles pero criminales, del cirujano (las mismas que después cercerarían la lengua de don Belisario Domínguez) y se dirigió a Chilpancingo. Ahí se hospedó en la casa de un amigo suyo, el Prof. Crescencio Miranda y hasta su lecho de enfermo llegaron los tres diputados para exponerle su plan e invitarlo a que los secundara…” ( 45 ).
Pudieran ser tomadas como exageraciones varios de los argumentos señalados en os testimonios anteriormente citados, pero cuando el testimonio que queda para las futuras generaciones es un testimonio asentado formalmente por escrito y publicado en la propia “Memoria de la Secretaría de Gobernación correspondiente al Período Revolucionario comprendido entre el 19 de febrero de 1913 y el 30 de noviembre de 1916, para presentar ante el Soberano Congreso Constituyente”esas ya ¡son palabras mayores! Así ha quedado registrado en la versión estenográfica de la Memoria citada –es decir el Diario de los Debates– en Tribuna durante la “Sesión Parlamentaria del 9 de octubre” en atención a “Una moción de la Diputación de Chiapas” ( 44 )… “en el curso de la sesión y después de tratarse algunos asuntos, el ciudadano Secretario dio lectura a una proposición suscrita por la Diputación del Estado de Chiapas en que se consultaba se interpelara al Ejecutivo con respecto a la desaparición del señor senador Belisario Domínguez y que constituyera la Cámara en sesión permanente hasta obtener el informe solicitado”.

“Se pregunta si se dispensan los trámites.– Si se dispensan.-Está a discusión.-¿Nadie pide la palabra?”… “El C. Neri.- Me haré oír desde mi curul. Nuevas voces: ¡no! ¡no! ¡tribuna! ¡tribuna!”
“El C. Neri.- Desde la tribuna.- ¡Sres. Diputados! Yo creí que al renuncias don Aureliano Urrutia la cartera de Gobernación, el procedimiento Zepeda habríase extinguido; pero desgraciadamente señores, el asesinato y el tormento siguen en pie y a la lista de nuestros infortunados compañeros Gurrión y Rendón tenemos que agregar el nombre del valiente senador Belisario Domínguez a quien no parece que mataron hombres, sino chacales que, no contentos con quitarle la vida, devoraron sus restos, pues su cadáver no aparece, (Expectación). Y es tiempo ya, señores, de que digamos al Ejecutivo que no se atropella tan fácilmente a un puñado de ciudadanos; que estamos aquí con consecuencia del sufragio efectivo. Tiempo es ya de poner un parapeto a esos desmanes de hombres sin ley y sin conciencia…” La comparación implícita que hizo entre Urrutia y Zepeda el diputado Neri, no podía haber sido más demoledora toda vez que, podemos recordarlo, Enrique Zepeda, el referente, no era otro que uno más de los compadres de Huerta, ex compañero en el Colegio Militar y agua-aceite con Tablada que hubo de ser retirado del cargo de Gobernador del Distrito después de unos cuantos días en que su gestión, en marzo de 1913; se distinguía por el asesinato, las tropelías y el escándalo a las que él mismo eventualmente, sucumbiría, señalando por su embriaguez patológica y eliminado por el mismo Huerta ( 46 ) ( 48 ).

Con el peso de la opinión pública tan adversa sumada a tantas imputaciones sobre autoritarismo, represión y crímenes, de los que emanarían consecuencias tan graves para la nación y a lo largo de sus muchos años de vida ¿Qué tenía que decir el propio doctor Aureliano Urrutia? Entrevistado en el extranjero en diferentes ocasiones el doctor siempre habría de referirse al tema, señalando que el no había matado a nadie y que su participación en política fue un error del que no se arrepintió nunca ( 2 ).

8.- JAPÓN EN SAN GREGORIO Y ZAPATA EN XOCHIMILCO.

Conocido vulgarmente en la región xochimilquense de San Gregorio Atlapulco como “El Japón”, por la gran cantidad de jardineros de ese origen nacional que laboraban en el, “el Rancho de la Luz” de Aureliano Urrutia estaba ubicado, hace casi un siglo, en 500 has. del extremo oriente del Canal de Apatlaco. Fue motivo de querella por varios años, entre el pretendido comprador de las tierras comunales –Urrutia– y los ancestralmente dueños del lugar, los atlapulquenses.

Más adelante, ese rancho devendría en escenario inductor de los primeros avances zapatistas sobre la ciudad de México, consecuencia de su solidaridad para ayudar a los atlapulquenses que buscaban recuperar la propiedad de esa tierra. Una contradicción lamentable se presenta en el hecho de que, siendo indígenas priginarios de San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, Aureliano Urrutia ya médico, próspero y poderoso,haya llevado el conflicto despóticamente en contra de sus coterráneos, los campesinos más pobres de su propio terruño, alargándolo por décadas.

El proceso de litigio, según la única crónica conocida del lugar y del problema, nos apunta que, hacia octubre de 1903, Urrutia pagó por unos terrenos que sabía estaban en pugna entre particulares y vecinos del pueblo, a unos dos kilómetros al oriente del centro de Xochimilco, hoy día por la Av. Nuevo León del lugar. Los 384 000 m² que intentaba adquirir Urrutia, además de estar en conflicto, pretendía pagarlos “al precio irrisorio de ¼ de centavo el m², haciendo figurar en los contratos relativos, además, cantidades elevadas que los vendedores nunca recibían”… ( 47 ). Adicionalmente, 280 hectáreas más de “La Ciénaga”, conocido lugar de San Gregorio, también pretendían ser adquiridas por Urrutia gracias a una intervención a su favor, desde tiempo atrás, por parte de don José I. Limantour, nada menos que el Ministro de Fomento del Gobierno de Díaz y uno de los personajes más influyentes.

Los pobladores se opusieron a las dos operaciones y nombraron, después de agotar otras instancias, una Comisión que solicitara “clemencia” ante el propio Presidente Díaz. Para el caso “desde el 19 de septiembre de 1909 fueron a Palacio Nacional de lunes a lunes, (sin) cejar en su empresa hasta conseguir dicha audiencia. Finalmente, –¡3 meses después!– el lunes 16 de diciembre de 1909, cerca de la medianoche, fue recibida por Díaz la Comisión de atlapulquenses. De viva voz, le expusieron la zozobra e intranquilidad debida a la enajenación de sus terrenos a Urrutia e iban a postrarse ante el Dictador, cuando los ayudantes los retiraron y Díaz le aconsejó ¡Hay que tener fe en la justicia, acudan a los tribunales!” ( 47 ).

Procede transcribir de la crónica de Chapa los hechos consecuentes con la solicitud presentada por los atlapulquenses ante la autoridad competente, como lo había señalado Díaz. “Para resolver en definitiva… la propiedad de los indios (sic) que represento,” dijo el señor Juan Crisóstomo Nieto quien era el representante de los atlapulquenses para el caso “y que tienen sobre el terreno conocido con el nombre de Ciénaga de San Gregorio… es de anularse y se anula en todas sus partes la enajenación de que ha hecho mérito el Sr. Aureliano Urrutia.”
Los meses pasaban mientras tanto, “El Sr. Doctor Urrutia había demarcado por medio de anchas zanjas las dos fracciones de La Ciénega que se le habían adjudicado, había mandado tapar las zanjas que dividían las parcelas de vecinos de San Gregorio y Cuatro Barrios, que habían quedado comprendidas dentro de dichas fracciones de La Ciénega. También hacía trabajos de barbecho y creaba el Rancho de la Luz y sus anexos… protestaron airadamente los hermanos Jesús y Pedro Rosas de Cuarto Barrios, cerca de San Gregorio, pero fueron aprehendidos y desterrados a Quintana Roo a petición del doctor Urrutia que gozaba con el apoyo del presidente interino –León de la Barra, aquel que inauguró su Sanatorium– en tanto que el pueblo de San Gregorio en masa comenzó a hostilizar al mencionado Rancho de la Luz, invadiéndole periódicamente en un intento de recuperar su propiedad, por lo que el doctor Urrutia, para repeler esas invasiones frecuentes armó a los vigilantes del mismo y contó con un retén de soldados federales para el objeto” ( 47 ).

“Fue así que la Revolución Agraria del Sur, encabezada por el General Emiliano Zapata desde el 11 de marzo anterior (1911) encontró campo propicio en san Gregorio, Atlapulco, dado que desde ese conflicto muchos de sus habitantes ya habían tomado las armas y alistádose en el zapatismo para reclamar la justicia que su pueblo no había conseguido hasta entonces… y la Revolución lo envolvió todo. A partir de las últimas gestiones de los atlapulquenses que ni el cambio de gobierno interino por el… presidente Madero… efectuado el 6 de noviembre de 1911 logró una solución al conflicto de Urrutia contra San Gregorio.”

“Poco después, en la plenitud de su popularidad y poder, Urrutia empezó a poner mojoneras y a hacer deslindes, acentuándose las pugnas entre él y el pueblo vecino (que de hecho se alargaron hasta 1945, porque desde el extranjero, ya exiliado el Doctor, había demandado a la nación). Por lo pronto, armó a sus vigilantes, obtuvo el apoyo de tropas federales e hizo detener y eventualmente deportar al territorio de Quintana Roo, como quedó dicho, a los señores Rosas, principales líderes del campesinado. Estos hechos provocaron que muchos atlapulquenses, como último recurso, se armaran y huyeran al sur para unirse a las fuerzas de Zapata” ( 47 ).

Al respecto de esos hechos, amplía la crónica respectiva de Don Sostenes N. Chapa: “El encumbramiento del General Huerta a la Presidencia de la República y el Dr. Aureliano Urrutia al Ministerio de Gobernación por efecto del Cuartelazo de febrero de 1913, exacerbaron el conflicto. El Dr. Urrutia, con la fuerza del gobierno usurpador, entró en posesión del Rancho de la Luz y sus anexos, construyendo en él, casetas de campo, sembrando árboles frutales y de ornato y haciendo trabajos de avenamiento, todo con obreros japoneses, como quedó dicho. El pueblo de San Gregorio Atlapulco, desde entonces y a la fecha, ha denominado “El Japón” al referido rancho… “Los zapatistas atlapulquenses redoblaron entonces sus incursiones (sobre) el mencionado rancho hasta lograr incendiarlo y destruir sus plantaciones. En consecuencia, se desataron sobre el pueblo persecuciones y represalias que obligaron a muchos de sus habitantes a engrosar las dilas zapatistas, a buscar refugio en la capital y los demás a la chinampas y La Ciénaga, para llevar una vida casi primitiva” –por tener que vivir aislados entre los canales, apantles y chinampas– “A la caída del gobierno huertista, a mediados de julio de 1914, el pueblo de San Gregorio volvió a ocupar el Rancho de la Luz y anexos, como partes de su Ciénaga en disputa, en quieta, pública y pacífica posesión. Así pues” –termina esta parte el profesor Chapa, en su extensa e interesante crónica– “el señor doctor Urrutia no pudo poseer legal ni materialmente las fracciones de La Ciénaga de San Gregorio que se le había enajenado, porque siempre tuvo la resistencia de los atlapulquenses. La demanda que eventualmente interpuso Aureliano al gobierno federal por el pago de 189 000 pesos más intereses acumulados desde 1922 y gastos de juicio, no tuvo razón de ser”, concluye Chapa, gran cronista de Xochimilco en esos años, “desechándose por unanimidad de votos en la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 7 de agosto de 1945” ( 47 ).

Es evidente que el pueblo de San Gregorio Atlapulco ha tenido una historia llena de angustia, sufrimiento y egoísmo anónimo por su lucha en defensa de sus tierras. Incluye no sólo su lucha en contra de los intentos de Urrutia por apoderarse de una buena porción de ellos, sino más atrás, desde que presenciaron “con tristeza y temor la desecación del lago de Chalco para que el señor Iñigo Noriega –español de nacimiento– formase la Hacienda de Xico con propiedades comunales arrebatadas a Tláhuac y a todos los pueblis ribereños del mencionado lago, esperando encontrar como lo hemos señalado, la eclosión del zapatismo en Morelos, como la única esperanza de solución a su conflicto”. Para recordar quien era don Iñigo Noriega se hace necesario recurrir nuevamente a Tablada, pero esta vez en su “La Feria de la Vida” ( 48 ), cuando siendo el un redactor del diario, fue objeto de reclamos por parte de don Rosendo Reyes Espíndola propietario de El Universal, quien le dijo… “publica usted aquí un artículo peligroso amigo mío… con lirismo poético defiende usted grandes intereses y por ende la política del gobierno. Don Iñigo Noriega es un gran factor en el desarrollo de los recursos patrios; ¿no lo sabe usted?… ¡este artículo ha desagradado al señor ministro…! Un escritor joven y de porvenir como usted tiene dos caminos por delante, uno lleva al Congreso y el otro a la penitenciaría… ¿a dónde quiere usted ir?”

“La larga historia por la defensa de la tierra dada por los atlapulquenses, aparentemente culminaría el 16 de julio de 1922 cuando se promulgó la Resolución Presidencial firmada por el Gral. Álvaro Obregón y su Secretario de Fomento D. Ramón P. de Negri, en los términos de la redactada y publicada en el Diario Oficial del 20 de julio de 1922, presentada en Ceremonia Especial un 5 de agosto de 1922 en el llamado Puente de Urrutia o Apatlaco, cuando se dio la posesión definitiva de su ejido al pueblo de San Gregorio” ( 47 ). Pero la historia no termina ahí. Hoy día, nuevamente principio de siglo, “la palabra que mejor define a San Gregorio Atlapulco es porque siendo sus tierras de las más productivas (no sólo del Valle de México sino del país), en 1972, 276 has. de las mismas, se inundaron con aguas negras en lo que al parecer fue un sabotaje provocado por el grupo turístico de Xochimilco que quería un mayor nivel de agua para que pudieran transitar sus trajineras. Se construyó un bordo de contención que se filtra y nos inunda” señaló un entrevistado recientemente, ( 49 ) además de que “con Carlos Salinas se decretó la expropiación con fines turísticos. El frente zapatista”, no obstante, –ancianos ejidatarios de más de 70 años de edad– “integrados a la Alianza Zapatista de San Gregorio Atlapulco defendió la garantía que nos dejó Zapata y es patrimonio del pueblo”. La larga nota anterior, continúa entonces haciendo recuento detallado de los agravios cometidos contra el ejido y el ecocidio consecuencia de esos intentos de de expropiación por intereses del gobierno y como los viejos zapatistas se han enfrentado a la moderna rapiña con sus propias ideas y proyectos defendiendo el área que va del paraje denominado Puente de Urrutia al Canal de Chalco”. Existe una propiedad más que las crónicas de Xochimilco le adjudican a Aureliano Urrutia ( 50 ) y queda ubicada hoy en día, casi en la zona céntrica de Xochimilco a unas calles al noroeste de la iglesia de San Bernardino de Siena. Nos referimos al llamado “Castillo” para algunos y para otros “El Castillo de Urrutia”, cuya construcción se atribuye al Doctor y actualmente es propiedad particular vigilada hasta con perros… lo que nos lleva a nuevas interrogantes ¿A qué objetivo destinaría Urrutia esta posiblemente cuarta propiedad? ¿Por qué no fue destruida por los zapatistas? ¿Qué testimonios esconden sus muros? Por lo pronto, las respuestas a estas interrogantes quedan suspendidas en el aire…

9.- OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE.

Todo aquel que ha escuchado el melancólico sonido del cuerno al ser soplado, no lo olvida fácilmente, como no lo olvidarían por años los habitantes de San Gregorio Atlapulco, tres kilómetros al oriente del centro de Xochimilco, al final del ancho, recto y bello canal de Apatlaco. Desde lo alto del lomerío –rumbo a Milpa Alta- hasta cerca de las chinampas, se escuchó en 1914 la señal con que se descolgaban hacia el apartado lugar las huestes zapatistas provenientes del cálido sur. A caballo desbocado y en medio de gritos, mentadas de madre y disparos de 30-30, llegaban las turbas hasta la inconclusa propiedad de Don Aureliano; balazos, jalones de reata y machetazos derribaron todo: fuentes, bancas y calzadas. Todos los recubrimientos de mosaico de Talavera fueron desprendidos, igual que destrozados decenas de árboles frutales y ornamentales que bordeaban los bellos jardines. Hasta muy recientemente los ancianos del lugar aún recordaban el odio “al patrón” y su enorme propiedad, que pasaría a la historia con el nombre de “el Japón” por la abundancia de jardineros de esa nacionalidad que laboraban ahí.

Era grande la devastación que dejaban a su paso las temibles huestes zapatistas “que habían hecho su entrada a Milpa Alta por todos los rumbos, en grupos incontenibles y acompañados de gritos, sonar de cuernos y campanas al vuelo; se introducían en las casas buscando alimento, ropa y cometiendo todo tipo de desórdenes y atrocidades, incendiado las oficinas públicas y los edificios de las escuelas y casas particulares que habían servido a los federales para emplazar sus ametralladoras...Al suspenderse las hostilidades Milpa Alta presentaba un aspecto desolador: casas y edificios humeantes, cadáveres insepultos, atmósfera putrefacta, llantos de mujeres y niños al lado de fosas comunes. La linea zapatista se extendió hasta los pueblos vecinos situados en la orilla del Lago de Xochimilco, incluyendo San Gregorio Atlapulco y la misma villa de Xochimilco que, presa del pánico, esperaba el momento del ataque”. Ese odio y su significado devendrían en elemento galvanizador del zapatismo en toda la región suroriente de la gran capital, canalizando la ira colectiva acumulada por años de autoritarismo de los gobiernos entre las comunidades de mileas de campesinos ( 47 ) Del Rancho de la Luz o El Japón no quedó nada. Los zapatistas destruyeron todo en ese lugar...solamente dejaron un puente que le daba acceso. “Quiso construir aquí su hacienda Don Aureliano, ya de por sí dueño de una enorme fortuna...” “Se estaba construyendo aquí otra gran propiedad a base de opresión y despojo de campesinos...” “El lugar estaba destinado a ser otra institución de salud de su propiedad, como la de Coyoacán, pero esta destinada a enfermos mentales...” fueron algunos de los comentarios escuchados en boca de sus padres por los viejos del lugar. Lamentablemente los últimos testigos presenciales fueron muriendo en los últimos años y nadie registró por escrito sus testimonios. Hoy solo queda el puente de piedra que, cruzando el ancho canal, recuerda el acceso a la propiedad del médico de Don Porfirio, “Puente de Urrutia es el nombre. Fue en dicho lugar que el autor de estas notas tomó fotografías del puente de referencia, acompañado de uno de sus informantes, el Sr. Profesor Xolalpa de San Gregorio. En las imágenes es de notarse la existencia de algunos de los mosaicos de Talavera del revestimiento original que tanto gustaba a Urrutia y que, resistiendo al paso del tiempo de mas de ¡nueve décadas! y a la intemperie aún sobreviven y nos permiten imaginar los lujosos acabados del puente, parte de lo que debieron ser también las grandes y lujosas instalaciones que hoy ya no existen. El Prof. Xolalpa nos señaló también la sobrevivencia de alguna de las mojoneras originales, erigidas por Urrutia “a la brava” para delimitar, marcando “su propiedad” aunque estuviera en litigio y que, de la misma manera que en “el puente”, todavía presenta algunos de los acabados de mosaico multicolor originales (51) Incluido ya el nombre del lugar en este principio de siglo y milenio en algunas de las guías y planos de carácter turístico de las calles y sitios de importancia de la Cd. de México y suburbios, las únicas huestes que llegan hasta Puente de Urrutia no son ya las de zapatistas sino las del Gobierno del Distrito Federal que traen intenciones moderizadoras. Tambíen llegan numerosos invasores de tierras y especuladores de las mismas. Quieren terminar de arrasar el area, incluyendo “el puente de piedra“ y ...nuevamente los atlapulquenses viejos se oponen. Son cada vez menos pues la mayoría ya no sabe lo que ahí sucedió. Muchos ante la nuevas oportunidades derivadas de la legislación agraria modificada acorde a los tiempos del liberalismo –otra vez igual que hace un siglo- quieren vender sus parcelas pues el trabajo agrícola ya no deja. Los que se oponen son sobrevivientes del Frente Zapatista de Xochimilco que, con el Puente de Urrutia en pié, esperan mantener viva la llama del recuerdo y el odio hacia las dictaduras militares como la de Huerta y Urrutia, hacia el autoritarismo “científico”, hacia el abuso del poder, hacia la prepotencia del político encumbrado y las corruptelas. Los otros, los invasores de tierras, aspiran a disponer de suelo donde vivir, un lugar donde poner palos y cartones para asentarse. Otro grupo mas busca organizar “embarcaderos” y facilidades para el turismo. Las autoridades buscan meter orden a la fuerza e impedir la expansión de la mancha urbana, que se come todo...
¿Tomarán en cuenta en su choque de intereses la importancia de la historia del lugar?
¿Se privatizará la historia del lugar?

Dato poco conocido, derivado de los odios imperantes que hicieron eclosión durante la usurpación huertista y de las reacciones que despertada la violencia atribuida al Dr. Aureliano Urrutia, fue el hecho de cómo atrajo esta el Doctor hacia su propia familia traduciéndose en un suceso que, a no dudarlo, lo llevaría a decidirse por la opción del exilio al extranjero en mayo de 1914. En efecto, hace una década tuvimos la oportunidad de entrevistar personalmente al Dr-Benjamín Orvañanos Urrutia –nieto médico del biografiado- quien nos alertó de que, hacia finales de 1913 o principios de 1914, le fue secuestrada al Doctor Aureliano su hija menor que solo contaba con siete años de edad y que, poco tiempo después, en algún ligar del “Sanatorium” de Coyoacán se encontraría su cuerpecito inerte y decapitado...(52).

En coincidencia con esta última muestra de violencia que encontraba víctima entre “los revolucionados” –como diría Don Luis González y González- es decir entre los inocentes de los bandos en pugna durante la Revolución Mexicana, ha sido el reportaje que, en 1996, realizó el periodista Rafael Aceituno de la revista Siempre, sobre una entrevista al escritor Eugenio Aguirre acerca de “La Política como Frontera entre el Crimen y el Poder” en la que dice: “Es 1913 y Victoriano Huerta ha tomado el poder. –El asesinato político se convierte en una de las Bellas Artes (sic). -Cuatro de la tarde: un pequeño envoltorio llega a la casa del Secretario de Gobernación Aureliano Urrutia. –Hay sorpresa. –Tensión. –Miedo. –Cuatro veinte: el Inspector General de Policía, Francisco Chavez, abre cuidadosamente el paquete. – Se oye el primer grito. –Aparece el cuerpo sin vida de una niña. –Tiene siete años. –Recibió 52 puñaladas. –Es hija de Aureliano Urrutia. –En su vestido cuelga un recado prendido con alfileres: Ley del Talión, Ojo por Ojo y Diente por Diente. Aureliano Urrutia, principal organizador de los crímenes cometidos durante el gobierno del Gral. Huerta, comprende el mensaje y calla. Poco tiempo después abandona el país” (53).

Está aún por escribirse un estudo profundo sobre estos aspectos del terror, la violencia y la muerte derivados de la represión, la venganza y la contravenganza –vendettas pues- que se generaron en el marco de la Revolución Mexicana y que a su vez, quizá integrando información ya existente pero dispersa, nos permita explicar otros aspectos psicosociales característicos de esa época en nuestra sociedad...¿ Como es posible que la Revolución Cubana, por ejemplo, haya cobrado 5 000 vidas en 1960 y prácticamente sin destrucción de infraestructura, mientras la correspondiente mexicana costara 1 000 000 con gran destrucción, cincuenta años antes ¿

El miedo a los arrebatos del compadre Huerta, ciertamente debe de haber contribuido también y en no poca medida, a la decisión de Aureliano para abandonar el país, sobre todo después de sus coqueteos políticos con la iglesia católica, cuando el nombre de Urrutia se empezaba a manejar en los corrillos como un fuerte candidato al reemplazo del propio Huerta como Presidente de la República. Para nada deben de haber gustado al usurpador tales rumores, aunque fueran tan cercanos compadres o quizá por eso mismo.

Pasados los años Urrutia habría de comentar en alguna ocasión que, en efecto, a finales de 1913 le llegaron rumores al Sanatorium sobre las intenciones de Huerta para prenderlo. “El paso de Urrutia por el gabinete de Huerta acaso no habría sido tan rápido, sino hubiera sido por la torpeza del Partido Católico que quiso lanzarlo como candidato a la presidencia. Ni a Juárez, ni a Díaz, ni a Huerta les agradaría que su consejero fuera Presidente...”dijo sobre este asunto Querido Moheno (31).

A decir verdad no solo fue “torpeza del Partido Católico” como apunta Moheno, sino que Aureliano mismo se había mantenido en estrecha comunicación y relación de amistad con altos dignatarios de la jerarquía católica y no sería improbable que se contara con un acuerdo explícito al respecto...¿Cómo fue posible saber esto? Vale la pena detener nos en el asunto que eventualmente devendría en otro motivo de repudio al Doctor, derivado de aquel su famoso archivo personal encontrado en una accesoria y al que se referiría el periódico El Demócrata un 10 de octubre de 1914: “Cuando las fuerzas constitucionalistas entraron en esta capital el 15 de agosto último y se hizo cargo del gobierno del Distrito el Sr. Ing. Alfredo Robles Domínguez, se tuvo conocimiento de que el Dr. Urrutia había dejado aquí al emprender la fuga, huyendo de la justicia de la Revolución, importantes documentos que fueron su archivo de Ministro de Huerta. Comprendiendo el Ing. Robles Domínguez que (d )el mencionado archivo podría valerse el gobierno para el descubrimiento de muchos secretos que guardó la administración huertista; de que esos documentos arrojarían a la luz que se necesitaba para esclarecer los crímenes que a diario se cometían y conocer a fondo los manejos del llamado gobierno y sus hombres. Esto constituye la prueba acusadora, formidable y terrible contra el clero...”
“Se Buscaba una Prueba.”
“En la conciencia pública se había formado la idea de que el clero ayudaba de modo decidido al gobierno usurpador y que las relaciones de uno y otro habían llegado al extremo de hacerse consultas mutuas y emplear procedimientos que desde común acuerdo tendieran a destruir cualquier obstáculo que impidiera el desarrollo de la política de Huerta.”

“El gobierno usurpador y el clero formaron de esta manera un poder que se opuso a la Revolución, que combatió sus ideales en los campos de batalla, en los confesionarios y en el púlpito e hizo desaparecer a cuantos en la ciudad fueron señalados como adictos al movimiento legalista. El clero pues, fue cómplice de la traición nefasta y de los horrendos crímenes que se cometieron.”

“Historia de Crímenes.”
“Eso es lo que constituye el archivo de Urrutia; se tiembla al voltear las hojas de todos y cada uno de los copiadores (sic) de cartas y telegramas que forman todas las infamias, las villanías y bajezas que pueden imaginarse.”

“La adquisición de estos papeles es importante. Encontramos la correspondencia entre Urrutia y los altos jefes del clero como los arzobispos Mora y del Rio, Ibarra y González, Gillow y el secretario de la mitra de Michoacán.”

El artículo periodístico citado procede entonces a reproducir algunas de las cartas que son objeto de la referencia y de las cuales transcribimos aquí algunas...

“México, D.F., 9 de julio de 1913
Ilustrísimo Sr. Mora,

“Cumple a mi deber dar a Ud. el mas sincero agradecimiento por la labor que viene prestando el gobierno, con objeto de lograr el restablecimiento de la paz, labor tanto mas útil en tanto que ejercitada como está por el uso de la razón. En nombre del gobierno y con el que afortunadamente ligan a Ud. tan buenas relaciones de armonía, le ruego del modo mas encarecido que se sirva en continuar esa labor.”
“Ya recurriendo a cierto terreno de confianza me tomo la libertad de hacerle presente que algunas honras fúnebres que se celebraron en honor del Sr. Madero produjeron mala impresión en la sociedad y especialmente en el ánimo del gobierno, motivos por los que yo desearía que se dignara Ud. a tomar medidas oportunas a fin de que no vuelvan a suceder demostraciones de tal índole que puedan contribuir a aminorar el éxito de la labor que con tanto empeño toma el gobierno para acabar con la guerra. Asimismo quiero hacer a Ud. la conveniencia de evitar a todo trance que continúe haciendo trabajos antigobiernistas cierta personalidad del clero y esto por un fin idéntico al que acabo de expresar.”
“Me aseguro, fundado en la inteligencia y el buen tino de usted, que ha de servirse buscar un remedio eficaz para que se ponga cooto a la acción de esta persona.”
“Quedo con la estimación de siempre, Urrutia.”

Evidentemente, la respuesta no se hizo esperar y a los dos días del coscorrón, Aureliano tenía ya la contestación de Mora en su escritorio, como se puede inferir por las fechas...

“México, a 11 de julio de 1913”
“Mi muy estimado y amigo Sr. Ministro”,

“Muy agradecido a Ud. por los bondadosos términos en que se expresa de mí en su muy grata y respetable carta que recibí. De NUEVO aseguro a Ud. que TODOS mis señores curas y sacerdotes (sic) en cumplimiento de su deber, harán todo lo que en ellos esté para que cuanto antes estén satisfechas todas las aspiraciones de los buenos (sic) de la República...A fin de proceder con toda justificación desearía, si en ello no tuviere inconveniente, saber el nombre de la persona que se refiere; una sola palabra de Ud. en este sentido me es suficiente.”
“Con todo aprecio, amistad, agradecimiento y afecto, José Mora Arzobispo de México.”

La respuesta no podía haber sido mas astuta –entre gitanos no se lee la mano- ignorándose si finalmente hubo otra misiva mas que proporcionara el nombre del “indiciado.” La respuesta de Gillow, en cambio, si entra en detalles de inmediato –no se anda por las ramas- y en carta fechada 11 de julio de 1913, desde la Hacienda de Chutla, precisa,

“Sr. Dr. Aureliano Urrutia, Ministro de Gobernación”,
“Muy Respetable señor y amigo mio:”

“Ayer regresé a esta finca y desde luego me informaron que por Ejutla, la situación se está alterando debido al proceder de algunos revoltosos que molestan a las autoridades y por consiguiente perturban la paz pública...los revoltosos de Huejotzingo son un tal Luis Pinto y su hermano, que representan cada uno por casitas y tierras que tienen en la localidad un haber de dos a tres mil pesos y se dan ínfulas de caciques...envalentonados...desde la época del maderismo; siendo Ministro de Gobernación el Sr. Alberto García Granados, pretendieron los referidos Pinto...y con la presencia del Sr. Felipe Ramírez, que pretende volver a ser Juez de este distrito...son altamente nocivos para los intereses públicos...y sin tenerles animadversión pues ni los conozco...me permito sugerir al alto criterio de Ud., la conveniencia de alejarlos de la localidad...”
Muy extenso en sus denuncias presentadas en la misiva original, Gillow hace caravana y se despide,
“Ruego a Ud. me dispense por la carta tan extensa, pero me ha parecido oportuno entrar en los detalles que preceden (sic) la paz en la región.”
“Me suscribo de Usted, afmo...””
“Eulogio Gillow y Zavalsa, Arzobispo de Oaxaca”

Para darle perspectiva a esta última misiva, procede recordar que uno de los prelados mas influyentes de su tiempo y que sonaba a cardenal gracias a sus influencias en el Vaticano, fue precisamente este don Eulogio que nos ocupa. “Había nacido en la ciudad de Puebla el 11 de marzo de 1841 y murió en Ejutla, Oaxaca en 1922. Era descendiente de familia inglesa y fue educado en Europa habiendo obtenido el título de Prelado doméstico en la Universidad Romana de el Vaticano. Regresó después a México y se puso al frente de los negocios de su familia a la vez que ejercía con celo el ministerio sacerdotal...que terminaría con el año de 1913, ya que fue desterrado a los EUA de donde regresaría hasta 1921.” (54) (55).

Queda claro entonces, que el Dr. Aureliano Urrutia había extendido su red de relaciones socio-políticas hasta las alta jerarquía católica y con toda seguridad, en algún momento albergaría esperanzas de llegar al máximo cargo político del país gracias al apoyo del sector católico de la sociedad; no fue solo el producto de “una torpeza del clero” como apuntó Moheno en su oportunidad, fue algo mas, seguramente alentado por el propio Aureliano. A no dudarlo esta cercanía con las autoridades eclesiásticas prohuertistas habrián de ganarle nuevos enemigos a Urrutia, contribuyendo a su precipitada evasión del país con toda su familia, previa venta de su sanatorio. La escapada del doctor no estaría no estaría del todo carente de peripecias, y uno no puede dejar de preguntarse como movilizó con premura a todo el familión que tenía, además de tantos bienes, riquezas y obras de arte. La escapada en si misma, con todas sus peripecias podría ser objeto de un libro en extremo interesante, que espera ser escrito después de una zambullida en los archivos estadounidenses. Por lo pronto, es pertinente señalar que al respecto de la huida de Aureliano del país, se cuenta con, al menos, tres versiones. Primero, la suya propia, que proporciona en el mulcitado “Libro de Bodas de Oro” profesionales del Dr. A. Urrutia (2) que editaron en honor a su padre, los hijos del primer matrimonio del renombrado doctor, “...era el mes de mayo de 1914, siete meses después de haber dejado de pertenecer al gobierno del Gral. Huerta, tomé la determinación de radicarme en Alemania. Tomé mis pasajes en el Ypiranga y emprendí la marcha. Antes de llegar a Veracruz, el dia 14 de mayo, en un pequeño poblado llamado Tembladeras, llegó una tren militar con tropas de la invasión americana. Me declaró prisionero de guerra y me condujo ante el Gral. Funston. ¡ Me trató con extraordinaria dureza ¡ y me preguntó con altanería : ¿ Usted es el ministro Urrutia ¿ ¡ Si señor ¡, le contesté...¿Quien firmó esa carta? ¡Yo señor!, volví a contestarle...” etc., etc. Dicha confrontación, que podemos imaginar al leer con detalle la autobiografía de Urrutia, fue debida a una carta muy cortante –con melodía de mentada de madre- que había preparado y remitido el doctor meses antes, dirigida al gobierno de Woodrow Wilson a propósito del reconocimiento que no daba al régimen de Huerta. Después de dicha confrontación, nos informa Urrutia, el general Funston simplemente “...dio media vuelta y ordenó quedara yo incomunicado y con centinela de vista...en esta humillante situación pasé tres largos dias, mientras el gobierno de Washington resolvía lo conveniente, hasta que...el dia 18 de mayo se me comunicó que iba yo a ser enviado a los Estados Unidos y...conducido al transporte naval de guerra Hancock como prisionero (de guerra). El comandante del barco me recibió con mucha cortesía y me hizo saber que su gobierno le había dado órdenes de conducir a mi y a mi familia al puerto que yo escogiera en los Estados Unidos con las consideraciones de Ministro Extranjero...escogí Galveston. Durante la travesía recibí honores y atenciones, pero al llegar a Galveston me dijo: queda Usted en libertad de escoger el lugar para su hogar con la única condición de no regresar a México y de consagrarse aquí a su profesión...y escogí San Antonio como mi segunda patria” ( 2 ). Al respecto era de esperarse que Aureliano aclarara el misterio latente de cómo transladó su enorme fortuna y bienes, pero no dio nunca ni una pista y la duda persiste. Coincidiendo con la versión general de la escapada del ex ministro huertista a Veracruz en 1914, es oportuno transcribir lo apuntado por Taracena cuando señala que: ...“El 19 de mayo de 1914 informan desde Nueva York que en Veracruz fue agredido el doctor Urrutia por una multitud encabezada por el periodista Rivera de la Torre y que la policía lo libró...” (21).

La segunda , mas que una versión completamente diferente, es una precisión que complemente a la de Urrutia, pero una precisión importante porque fue hecha por una de sus hijas ya pasados algunos años, pero después de haber sido testigo ocular; el motivo fue la entrevista realizada por Glenn Tucker a la Sra. Refugio Urrutia de Coindreau para el diario San Antonio Light, en ocasión del fallecimiento de Aureliano Urrutia el 15 de agosto de 1975, a los 103 años de edad. “ Mi padre temía por su vida” recordó la Sra Refugio Urrutia al comentar la huida de México y sus recuerdos familiares de aquel 14 de mayo. “ Mi padre se enteró que el presidente Huerta planeaba mandar asesinarlo...y nos fuimos a Veracruz donde esperábamos tomar un barco para poder dejar México. Mi padre dijo a los americanos y al gral. Frederick Funston –comandante en Veracruz que estaba en control del area por orden de la administración de Woodrow Wilson- que el ya no estaba vinculado al régimen de Huerta y que, de hecho, temía por su vida...que solo deseaba salir del país. Yo era muy pequeña en esa época pero recuerdo muy bien los dias que permanecimos en un hotel en Veracruz esperando zarpara el barco; había dos centinelas a la puerta de la habitación de mi padre, dos en el vestíbulo y dos en la parte trasera del acceso a su habitación.”

La tercera si es una versión completamente diferente del escape de Aureliano que nos proporciona un estadounidense que, turisteando por su propia tierra y un poco despistado, descubre y se interesa por la “ historia de San Antonio y la mala medicina del Dr. Urrutia”; comunica algunos de sus datos y ocurrencias de manera muy al estilo de los gringos via el muy moderno e internetiano ciberespacio. Sin dejar de lado las reservas del caso es interesante enterarnos como nos ven –y a nuestra historia- los vecinos del norte mientras uno de sus informantes nos proporciona datos curiosos presentados de manera “casual” –pronunciarse cashual-- (56) “...en 1914, mientras el gobierno se desmoronaba, un montón de huertistas, ricachones, ex gobernadores y sicarios se escurrían por Veracruz (sic), el Dr. Urrutia fue arrestado por el Gral. Frederick Funston quien le permitió exiliarse a los Estado Unidos, por barco, desde Veracruz hasta Nueva Orleáns y por tren desde Nueva Orleáns hasta San Antonio, mientras dos vagones de ferrocarril cargados de tesoros, serían contrabandeados después, a traves de la frontera y así ayudarse a financiar su nueva carrera en los Estados Unidos...” El informante de referencia nos presenta, adicionalmente, otro dato curiosísimo sobre Aureliano: ”...Tres años después de que Urrutia se estableciera aquí,” --escribe desde de San Antonio—“...un 19 de febrero de 1917 por la noche, cruzó caminos nuevamente con el Gral. Funston en el vestíbulo del Hotel Saint Anthony, donde se le daba una cena con fondo musical de valses vieneses y, al encontrarse los dos personajes otrora confrontados, según me contaron la historia, Urrutia se le plantó, se mantuvo firme y a la expectativa...y le disparó a Funston una de esas miradas pesadas cara a cara que llaman en México de Mal de Ojo (sic); es ya del dominio público que en esa ocasión y lugar murió fulminado Funston por una ataque al corazón...” (56).

El tal Gral.Frederick Funston, quizá procede recordar al lector interesado, era en esos años el designado para la seguridad de la frontera sur yanqui –era el jefe de Pershing-- a quienes les pasó un “strike” beisbolero mi General Francisco Villa con su ataque sorprendente a Columbus, Nuevo México el 9 de marzo de 1916 a las 5 am, la única invasión histórica por otro país a los EUA. Funston, poco tiempo antes había sido el personaje aquel que, disfrazado de guajiro, se infiltró entre las tropas como un cubano mas que peleaba A FAVOR de la independencia de España y brindando un claro apoyo yanqui. De manera contrapuesta, también en esos años de comportarse como guajiro en Cuba, en Filipinas, este mismo gral. Funston –que solo medía metro y medio- había hecho historia y despertado polémica poniéndole una trampa mortal al gran insurgente filipino Aguinaldo, que quería la independencia de su país, trampa que pasaría a las crónicas como una engañifa no considerada por otros militares yanquis como un ejemplo de honorabilidad. Esta vez Funston trataba de IMPEDIR la independencia de ese país por no convenir a los intereses de los EUA...¡ah, esa doble moral yanqui! Con toda seguridad, lo que tenía Aureliano Urrutia de científico le había permitido prever los episodios que seguirían a los meses subsiguientes de 1914 y adelantarse con su huida hacia Veracruz, a las muestras de odio zapatista hacia el mismo y su familia, de las cuales ya había recibido una dolorosa muestra; ciencia que no preve, no es ciencia. En efecto, después del ya conocido Pacto de Xochimilco firmado el 4 de diciembre de 1914 entre el Gral. Francisco Villa y el Gral Emiliano Zapáta en contra de Venustiano Carranza en un recinto del centro de Xochimilco, frente al mercado, del que se guarda memoria con una placa alusiva, se iniciaría “...el desplazamiento de la columna zapatista que partió rumbo a Coyoacán, para después dirigirse al pueblo de San Angel el 6 del mismo mes...algunas personas que acompañaban a la columna, dicen que es tan grande y tan numerosa que, cuando la avanzada suriana hacía su entrada a la Villa de Coyoacán, la retaguardia de la columna aún no se movilizaba en Xochimilco y el camino entre ambas poblaciones era ocupado por el grueso de la fuerza...de unos diez y ocho mil soldados surianos...alojados en Coyoacán y otras poblaciones vecinas...listas para hacer su entrada a la capital del país bajo el mando de su jefe Emiliano (57).

¿Porqué se desviarían Zapata y sus temibles huestes hacia Coyoacán y San Angel sin pudieron haber tomado la ruta directa que seguía las vias del tranvía hacia el centro de la Ciudad de México desde Xoxhimilco? ¿Qué hechos tuvieron lugar al hacer contacto las tropas de Zapata con el famoso “Sanatorium” del ex ministro de Gobernación en Coyoacán? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que la casa de Juan José Tablada quedó semidestruida, parte de sus obras desaparecidas y de su pabellón japonés y jardín “zen” quedó solo cenizas y chamusquina...

10.- MIMETISMO Y METAMORFOSIS Xochimilca EN TEXAS.

Después de haber registrado unas “cinco mil operaciones de todas clases en México sin que uno solo de sus pacientes hubiera fallecido”, Urrutia reanudaría con éxito su actividad médica en la ciudad de San Antonio –“su segunda Patria”, según solía declarar posteriormente- . Su muerte ocurrió mientras dormía, el 14 de agosto de 1975 a los 103 años de edad como quedó dicho antes.

La tercera gran propiedad de Aureliano, conocida como “Quinta Urrutia” o “Parque Miraflores” estaría ubicada por décadas en la Avenida Broadway 3225, colindante con el Parque Brackenridge de la ciudad tejana, lo que equivaldría a tener una extensa propiedad particular colindante con el parque de Chapultepec en el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. Durante mucho tiempo sería un sitio histórico obligado de visitar por el turista que pasara por San Antonio. Cuando se asentó ahí el doctor Urrutia en 1914 huyendo de la Revolución y los zapatistas, transladó a su Quinta y Miraflores sus valiosas obras de arte, reprodujo construcciones a la usanza española, árabe y “azteca”, las dotó de jardines, esculturas, fuentes y bancas rústicas y antiguas, estanques...Era indudable que Aureliano buscó mimetizar en ese pedazo del árido edstado gringo un pedazo de su natal y añorado terruño: Xoxhimilco. “Construí un pozo profundo para enriquecer mi propiedad con vegetación, flores y fuentes...” llegó a declarar en alguna ocasión al ser entrevistado (2). Para el efecto según se contaba también, Urrutia mandó importar cantidades significativas de suelo de Xochimilco, ¿se imaginan, importar a EUA costalera de tierra mexiana? Consecuentemente, “En esa gran extensión de terreno cerca de Brackenridge, en el Condado de Bexar, donde consruyó Urrutia su nuevo sanatorio, con el tiempo –catorce años- y mucho agua del lugar se transformaría este en un verdadero paraíso. Desde los ahuehuetes y los llorones xochimilcas hasta las amapolas y las rosas castellan, todo había sido llevado desde México para poder tener una reproducción de la Patria dentro del basto dominio particular; azulejos, talaveras, jarrones decorativos, toda la ornamentación necesaria es de procedencia colonial o aborigen. La entrada a la residencia está hecha de azulejos y ostenta en la parte superior una imagen de la Guadalupana hechos de azulejo también...” (2).

“Con rocas artificiales fabricóse un Pedregal de San Angel y con su pozo artesiano, que le proporcionaba 800 galones ( 3200 litros )por minuto, formó cascadas, arroyos y piscinas para regar la exuberante vegetación nacional...Miraflores se convirtió así por el milagro del amor a la Patria, en algo autóctono dentro de una ciudad extranjera...sin duda alguna que el doctor Urrutia ha querido hacer de este sitio un nuevo Xochimilco para vivir como en su propia tierra: rodeado de árboles, de flores de fuentes y de monumentos que representen por igual la vida azteca y la hispánica...” ( 2 ). Como suele suceder, poco o ningún crédito se llevó a largo de los años el verdadero constructor de los elementos decorativos tan llamativos que solía integrar a sus mansiones Aureliano. Esa persona fue Dionisio Rodríguez, nacido en Toluca en 1893. Rodríguez había inventado un procedimiento, que mantenía secreto, en el que trataba químicamente al concreto reforzado, de manera que pareciera madera. Además de trabajar para Urrutia, Rodríguez habría de construir otras obras de tipo rústico en San Antonio y diferentes lugares de la Unión Americana, apoyado periódicamente por la empresa “Portland Cement” ( 58 ).

Al estilo de su “Sanatorium” en Coyoacán, que tuvo que dejar atrás, el de Texas se volvería con el tiempo centro de atracción de la “gente bonita” del lugar y momento, de muchos contrarrevolucionarios y de gente pudiente de México que viajaban hasta San Antonio, Texas para ser atendidos en la clínica del doctor.

Muchos años después de todos los hechos trágicos señalados con anterioridad en este texto que llevaron a Urrutia a salir México, ya recuperado su prestigio médico, consolidada que no engrandecida su nueva posición profesional y vuelta a construir otra mansión palaciega en decenas de hectáreas que devendría en atractivo turístico y centro de la élite de San Antonio, cuando Aureliano estaba en momentos de alegría y serenidad recuperadas, casi olvidadas las amarguras que dejó atrás, las tensiones y las imputaciones tan graves del México prorevolucionario, recibió Urrutia sorpresivamente, un cierto dia, una enorme caja que supuestamente contenía una escultura mas para su parque privado y mansión. Era enviada desde su natal terruño con carácter de obsequio y su arribo a la Quinta Urrutia y Miraflores estuvo envuelto en expectación. Se abrió el enorme embalaje y con gran esfuerzo y mucho personal la gran escultura salió a la luz...¡era una réplica de la famosa “Victoria Alada de Samotracia”! la cual, como es del dominio común, carece de cabeza. Cuenta la crónica que en desempacándola el docotor Urrutia solo apretó los labios, palideció significativamente y leyó en silencio el recado que la acompañaba...dando instrucciones de inmediato para que fuera colocada en un lugar destacado del parque de su propiedad. Se cuenta asimismo, que ya pasado el trago tan amargo, con el tiempo mostraría a los visitantes, siempre con orgullo aquella réplica haciéndola pasar como su favorita, tal como el mismo informó en entrevista personal que, poco antes de morir, le hizo la Sra. Andrea Wright, periodista del lugar y época ( 59 ). Era evidente que el donador anónimo había querido alimentar el recuerdo doloroso de la pequeña hija decapitada, apuñalada y devuelta con crueldad por encima de la barda del viejo Sanatorium de Coyoacán a fines de 1913 o principios de 1914...

No hay distancia que valga, ni tiempo suficiente transcurrido, para paliar odios cuando son tan acendrados, odios que alcanzaron a Urrutia hasta a allá, donde se había reinstalado el eminente médico de Porfiro Diaz después de la Revolución.

Una mas de esa muestras e incidentes cargados de rencor hacia lo que significaba el nombre de “Urrutia”al término de la Revolución, es el que nos relata Gonzalo N. Santos en sus “Memorias” ( 60 ). Era la ocasión de su propia boda con Leola Pue Cavazos en San Antonio, Texas precisamente, el 19 de mayo de 1929”...mi novia y su prima invitaron a todas sus amistades”, relata Santos “y a mí me acompañó el jefe de la Oficina de Migración mexicana en San Antonio, que era el jefe del espionaje de nuestro gobierno para vigilar a todos los desterrados en los Estados Unidos, mi viejo y querido amigo Fernando de la Garza ( alias La Loba ), también amigo del ingeniero Ortiz Rubio. Estuvo presente el cónsul, que no era uno de los nuestros, sino un cónsul de carrera, pero me era indispensable que certificara mi acta de matrimonio para que fuera legal en México, Yo invité a un gran número de desterrados políticos que habían participado, unos en el movimiento De la Huertista y otros en la rebelión Escobarista, pero todos revolucionarios, ( y ) algunos enemigos de Portes Gil como el general César López de Lara, Ramón Elizondo y el coronel Chano García (Feliciano)”. “La ceremonia estuvo muy bonita, pero nada de pompa. La novia muy linda, vestida con su traje blanco y su velo; yo de impecable smoking. Hubo muchos americanos y americanas y a mi lado estuvieron los generales Eulalio Gutiérrez, ex presidente de la República y Raúl Madero, muy queridos amigos los dos de mis hermanos y míos. Lo único que no me agradó en la reunión es que se coló, con una americanita, un hijo del asesino huertista, doctor Aureliano Urrutia, seguramente amigo de alguna de las muchachas.

Diplomáticamente mandé que le dijeran que ahuecara el ala, y la ahuecó...Los desterrados revolucionarios me abrazaron emocionados por este acto mío y me dijo Eulalio Gutierrez: y me dio un abrazo...” ( 60 ).

Mientras esta visión de Santos representa la visión del político mexicano después del triunfo de la Revolución, la visión de los alcances y popularidad médica y cultural del Dr. Urrutia con todo y la recuperación de su prestigio digamos científico, durante sus años en San Antonio, era otra. La perspectiva de la eminencia médica del doctor en el campo de la cirugía, no solo se puede considerar recuperada, sino que, sorprendentemente, trascendida, pasando a ser lo que para algunos cronistas de la ciudad tejana sería una verdadera leyenda y de tal magnitud que esa, “su segunda Patria”, tiene una calle con su nombre ( que por cierto, hace esquina con la calle “Calaveras” y esta con las de “Madero”, “Obregón”, “Huerta” y “Calles”...¡ Ah, esos bolillos! La persona misma del “doctor”, también transformada en su nuevo entorno con una nueva manera de vestir y de comportarse, sería conocida por mucho tiempo en la ciudad tejana como el legendario “hombre del bastón y la capa”. Se le blanqueó la piel –si, como un proto Michael Jackson- perdió su cara adusta y parece ser que lo bronco también, como relata su hijo Oscar en su propio libro autobiográfico ( 67 ). Ya en los últimos años de su vida en la ciudad tejana, se recordaba a Urrutia como “el hombre que cargando un tesoro en efectivo y en obras de arte, construyó en 1918 la mansión fabulosa de la avenida Broadway donde transcurridos los años se le podía ver por las mañanas caminando por las veredas de su propiedad con bastón y capa, cuando tendría 70 u 80 años de edad, rodeado de pavo reales que correteaban libres mientras el los alimentaba a los largo del trayecto...” según recordaba una vecina del lugar. Unos doce años antes de morir en 1975, Aureliano Urrutia vendería su mítica “Quinta Urrutia” en $ 300,000 billetes verdes a la USAA –Asociación Automotriz Americana- iniciándose de inmediato la polémica sobre que hacer con la enorme propiedad, “mientras el doctor hablaba de planes para radicarse cerca de Berna, Suiza donde se había comprado una casa de campo, cuando estuvo de vacaciones en Europa” ( 59 ), Al respecto, es curioso como se enteró de Urrutia aquel turista norteamericano despistado que visitó San Antonio, al que nos referimos líneas atrás y que inadvertidamente se percató de los que aún quedaba de las vieja mansión y paruqe de Urrutia: “...observé que en el cruce de Broadway y Hildebrand, detrás de un viejo edificio de los 1960, junto al famoso parque urbano Brackenridge de San Antonio, con zoológico y mini-ferrocarril infantil, detrás de un estacionamiento, noté un area pequeña, alambrada, que mas parecía un cementerio privado, abandonado con todo y estatuas además de fragmentos de construcción. Está cerrado al público y se antoja inmerso en algún misterio...me dicen que es lo que queda de la Quinta Urrutia y su paruqe Miraflores, con todo y sus restos de arcos coloniales de tipo español y mosaicos de colores, arrumbados junto a restos de una imagen de la Virgen de Guadalupe; todo se aprecia en mal estado porque los vándalos ya han hecho muchos destrozos al lugar...” ( 56 ).

Aunque aparentemente parte de la propiedad fue donada a la ciudad después de fallecer Aureliano Urrutia en 1975, por alguna razón jurídica, las autoridades locales no han podido, o no han querido, llevar a finiquito el trámite relativo además de que, según nos señala el moderno ciberespacio, a la ciudad hoy,...“le urgen espacios para construir mas estacionamientos automotrices y para mejorar areas aledañas al rio...”según han declarado los integrantes del comité SARA es decir, del Proyecto de Mejoramiento del Río San Antonio, por sus siglas en inglés...” ( 61 ).

Por nuestra parte, solamente queda por hacer una reflexión, obligada al respecto: sic transit gloria mundi...

11.- LOS LIMITES DEL PERDON NO COINCIDEN.

El Presidente interino de la República Mexicana, Emilio Portes Gil ( 1928- 1930 ), concedió el perdón oficial al Dr. Aureliano Urrutia Sandoval con fecha 16 de junio de 1928 en un documento que, en papel membretado de la Presidencia de la República, se extendió a favor de Aureliano con el siguiente contenido:
“Sr. Dr. Don Aureliano Urrutia, Sr., 3225 Broadway, San Antonio, Texas.
Distinguido Señor Doctor:

Con gusto hago de su conocimiento que por parte del Gobierno Provisional que es a mi cargo, no existe ningún inconveniente para que retorne al país en la época que guste, tanto mas cuanto que, en mi concepto, hombres de ciencia como Usted, deben venir para que en su ramo, presten toda su inteligente colaboración para el engrandecimiento de México que es lo mas elevado a que debe aspirar todo buen ciudadano. Al efecto, ya giro instrucciones a la Secretaría de Gobernación, para que autorice su entrada a la República. Reciba mis cordiales saludos y las seguridades de mi amistad.
E.Portes Gil, ( firmado ),
Presidente de la República Mexicana”

( 2 ). Es de recordarse que, desde los domingos aquellos en el viejo “Sanatorium” de Coyoacán allá por 1911, 1912 y 1913, Aureliano solía referirse al joven Portes Gil como “ mi ex compañero “ sin que se supiera exactamente por qué, ya que el segundo era varios años menor que el doctor. Un mes después del perdón oficial, Aureliano Urrutia, ni tardo ni perezoso, ya estaba en la Ciudad de México dando entrevistas a los periódicos. Este sería el caso de la entrevista concedida y publicada en el diario Excelsior el viernes 26 de julio de 1929 en que se dice...”El insigne Doctor Don Aureliano Urrutia, llegado hace unos cuantos días a la Ciudad de los Palacios, después de una prolongada ausencia pasada en los Estados Unidos del Norte y en gran parte de Europa, regresa...después de las gestiones hechas en ese sentido por amigos suyos cerca del Gobierno y por un compacto grupo de sus discípulos. Ha abandonado su mansión Miraflores, establecida en San Antonio, Texas, para sentir el inefable goce de pisar tierra de su Patris y depués de haber alzado el nombre de su país en el pavés de la fama...Le preguntamos si se establecerá en esta ciudad y dice que ahora está descansando y admirando. Que es posible que traiga su arsenal quirúrgico de San Antonio para hacer del antiguo Sanatorio de Coyoacán, un establecimiento semejante al que tienen los hermanos Mayo en Rochester y un gran hotel anexo, para comodidad de los pacientes. Así se hará que afluya el dinero americano y que nos deje a todos provecho...”

No obstante sus planes, algo sucedió que los estropeó y ya no regresó mas al país para concretar sus objetivos después de la referida y corta visita de 1929. Esperaría la ratificación del perdón oficial por parte de Lázaro Cárdenas, quien le daría seguridades hasta 1935, como parte de una Amnistía General a los antiguos oponentes de la Revolución Mexicana; mas de veinte años después, durante una visita que hizo Lázaro Cárdenas al Pabellón de México en la Exposición Internacional de Bruselas, Bélgica -l958- se encontraría el ex Presidente con el Arquitecto Oscar Urrutia Tazzer, que dirigía el Pabellón y con quien charló sobre recuerdos, anécdotas y comentarios relativos al padre de Oscar, Aureliano Urrutia. Recordó así, por ejemplo : “Cuando” –apuntó Tata Lázaro- “lo invité a regresar al país ( y ) pedí al Secretario de Relaciones dijera textualmente al doctor: < el Presidente Cárdenas le garantiza su seguridad >...a lo que él –doctor Urrutia- contestó: < Quiero que asimismo, textualmente, le diga al señor Presidente, ¿ Y quien garantiza al Presidente Cárdenas su seguridad ¿ > ¡ Siempre ha sido de una sola pieza su padre!”, fue el comentario final de Cárdenas a esa anécdota sobre el doctor.

No obstante, con seguridad Aureliano Urrutia se las debe haber arreglado para poder venir a México con mas discreción en algún otro momento, toda vez que, “...en 1944 los hermanos de Serapio Rendón -¿se acuerdan?- acusaron penalmente al doctor de la muerte de Rendón tres décadas atrás y pidieron se le girara orden de aprehensión y se le ajusticiara, volviendo a encenderse la polémica de muchos años antes en la prensa mexicana...” ( 62 ).

Es evidente que perdón “oficial“ o del gobierno, no significaba perdón social o, digamos, perdón popular. Al respecto de este punto en particular, es pertinente lo escrito por un periodista de la época después de la amnistía cardenista: “Es probable que a las generaciones de hoy el nombre de Aureliano Urrutia no les revele nada”, escribió en 1945 y 1947 José Mancisidor en “El Nacional”, periódico oficial del Gobierno mexicano ( 63 ). Seguramente el gobierno le dio foro en respuesta a lo publicado en San Antonio como consecuencia de las opiniones y justificaciones del doctor, incluídas en el multicitado libro de sus “Bodas de Oro” profesionales, publicado en San Antonio desde el exilio y la efervescencia que produjeron entre los alertados y, reitera Mancisidor...Es probable que para los jóvenes el de Urrutia no sea sino uno de tantos nombres ante los que pasan indiferentes sin detenerse a pensar lo que tal nombre significa. Sin embargo, el nombre de Aureliano Urrutia está ligado a una de las épocas mas negras de nuestra historia, de la misma manera está ligado a acontecimientos tan terribles, que el solo recuerdo de ellos para las generaciones anteriores, es motivo de inquietud y de espanto...Alrededor de la conducta d Urrutia se han acumulado muchos cargos y ha sido luego, a través del tiempo, cuando el ex ministro de Huerta ha respondido a las acusaciones que se le formulaban, aprovechando la ocasión para arrojar lodo a los revolucionarios...”

Es evidente también, que tampoco el perdón oficial significaría, ni mucho menos, el ser perdonado por sus antiguos enemigos, los zapatistas, como puede deducirse claramente de la siguiente anécdota: entre los años de referencia –1929 a 1944- y desde el extranjero, promovió Aureliano una iniciativa para la donación de substancial cantidad de dólares a su natal terruño, Xochimilco, con la idea de crear una Escuela de Artes y Oficios. Para el caso, y con bombo y platillo, se formaría una “Sociedad Médica Aureliano Urrutia” en el lugar citado, que pudiera ayudar a gestionar el asunto. Viajó a la Ciudad de México el benefactor en potencia en algún momento, con el objetivo de transladarse después a la “Venecia Mexicana” y hacer avanzar los arreglos procedentes para su donativo. No pudo esta vez el doctor salir rumbo a su amado terruño, regresando apresuradamente a su lugar de residencia en Texas. Una voz desconocida le advirtió por la via telefónica: “Si se apersona en Xochimilco...¡ se muere ¡ “ ( 64 ).